La
infancia es una etapa maravillosa. No hay pasado, no hay futuro; solo un
presente que se mira con inocencia e ilusión.
Carla Montero
El 20 de noviembre es una de las fechas
más reconocidas mundialmente: se celebra el Día Universal del Niño. La
festividad se apoya con la conmemoración de los aniversarios de la Declaración
Universal de los Derechos del Niño, aprobada de manera unánime por los 78
Estados miembros de la ONU en 1959, y de la Convención de los Derechos del Niño
desde 1989, que establece aquellos relacionados con su vida, su salud y su
educación, el derecho a jugar, a la vida familiar, a la protección frente a la
violencia y la discriminación, y a que sus opiniones sean escuchadas; familia,
padres y madres, personal docente, mundo empresarial, sociedad civil y los
medios de comunicación cumplen entonces con una importante labor para fomentar
la comodidad y la felicidad de cada niño.
Los derechos de los niños y las niñas son
todos igual de importantes y guardan como objetivo común alejar las
injusticias. Pese a la instauración de los cincuenta y cuatro artículos de los
derechos infantiles, aún pésimas estadísticas siguen vigentes en el mundo: 385
millones de niños son protagonistas de una condición de vida de pobreza
extrema, otros 264 millones no están escolarizados y, en el año 2019, 5´6
millones de niños menores de cinco años acabaron por fallecer a razón de causas
que podían haber sido prevenidas. Esto es debido a la diferencia de culturas,
religiones y países en que los niños se crían, pues dependiendo del lugar de
nacimiento recibirán unas consecuentes condiciones vitales arraigadas por unos
derechos determinados. Ahí encontramos el verdadero problema: lo que de verdad
se pretende es que los niños posean
siempre protección y derechos de una forma equitativa, independientemente de
las situaciones que experimenten y el lugar donde vivan.
El Día Mundial de la Infancia fue víctima
de los problemas que supuso la COVID-19 en el planeta, entre ellos la crisis
que afectó de manera indirecta a los derechos fundamentales de los niños
relacionados con la educación, el ocio y la sanidad. Es por ello que la nueva
tarea de la sociedad es acometer estas dificultades para evitar que se
conviertan en problemas mayores en un futuro.
A lo largo de los años, la campaña UNICEF
ha asistido a gestas convocadas por el sufrimiento de niños que han
experimentado situaciones inadecuadas para sus edades, con objetivo de
favorecer y fomentar una infancia mejor de la que ellos tuvieron. Este hecho
despertó conciencias, pues resulta impactante como son solo ellos quienes se
preocupan por luchar para que el mundo ético mejore. El Día Mundial del Niño
ofrece a la humanidad la posibilidad de reconocer la ocupación de los
profesionales que destinan su vida al trabajo a favor de niños y niñas. Dedicar
un día a la misma infancia sirve, por lo tanto, a descubrir aquellas
necesidades de las que ellos son incapaces de prescindir en su día a día y de
las que probablemente no nos percatamos aún estando cerca de ellos. Permite
concienciar y recordar a la sociedad la característica vulnerabilidad que los
niños presentan como colectivo, destacando esta ante situaciones de crisis y
problemas. El principal propósito de este día es imponer un nuevo proyecto al
mundo que trate de defender, promover y celebrar todos aquellos derechos de los
que los niños deben disponer; así como seguridad, protección, salud y
educación, a través de foros y acciones que ayuden a conformar un mejor mundo
para ellos y sin tener en cuenta su lugar de nacimiento y las religiones y
costumbres que ello conlleva.
La infancia es una etapa de la vida
irrepetible: el período primitivo de la vida de cada persona, la base de todas
las futuras vivencias y de nuestra propia razón. Si tuviese un altavoz gigante
para dirigirme al mundo desde la piel de una niña, trataría de invadir la
conciencia de aquellas personas que minusvaloran las necesidades y capacidades
que reclamamos constantemente; pediría de manera incesante por que nuestras
opiniones sean igual de importantes que otras cualquiera, y demostraría al
mundo todo aquello de lo que somos capaces de hacer como pequeñas mentes
pensantes. Tanto tú como yo tenemos conciencia de que no es un reto fácil de
llevar, pero para eso es necesario que seamos lo suficientemente maduros y
sepamos que un niño siempre puede llegar a persuadir nuestra mente, al igual
que podemos aprender de ellos así como lo hacen de nosotros. Los niños
recordarán siempre no aquello que les enseñas, sino la propia esencia de tu
persona… Ahora tú, ¿serías capaz de defender aquello que un día fuiste?
AMALOHA SUÁREZ TRUJILLO 1ºA BACH
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