CATEGORÍA 1º Y 2º ESO
Cumple
tu palabra
Tras innumerables robos a joyerías, bancos,
tiendas, amenazas y asesinatos a varios servidores públicos y civiles, la banda
de malhechores conocida como "La Cruz" había sido capturada por el
agente Johnson en Los Santos. Este acontecimiento se había producido tras uno
de sus mayores robos, el casino, el cual en su interior contenía una bóveda con
más de 10 billones de dólares.
El robo había resultado
fallido debido al incumplimiento de la negociación de rehenes por la policía.
Su fundamento era muy sencillo. La Cruz tenía dos rehenes, por uno querían una
salida limpia, es decir, los policías no podían ponerle ninguna trampa,
chocarlos o dispararles en su salida del Casino y por el segundo rehén querían
que no le persiguiera ninguna Mery, es decir, ninguna moto policial.
Al principio de la persecución todo parecía ir
bien, pero tras dos minutos de una persecución limpia la policía abrió fuego,
algo que podían hacer si los ladrones incumplen una serie de reglas, de las
cuales no incumplieron ninguna.
Tras oír esta noticia en
la cárcel federal Eddy Fizio, el líder de la banda empezó a amenazar a los
guardias de la cárcel, diciendo que la palabra para ellos era lo más importante
y que al no cumplirla se estaban metiendo no solo con ellos, sino con todas las
demás bandas criminales de la ciudad. Estas manifestaciones llegaron al jefe de
policía, Marcus Kayne, quien no le dio mucha importancia al asunto, pues ellos,
La Cruz, la banda más peligrosa había sido capturada.
Tras un año en la cárcel,
Eddy y sus compañeros habían ideado un plan, el cual solo podían realizar con
la ayuda de Bonsái, quien en realidad ocultaba su nombre real, y nunca llegó a
decirlo. Bonsái era el mejor amigo del abuelo de Eddy, quién había sido el
fundador de la Cruz, pero había fallecido en un tiroteo contra una de las
mayores mafias del momento. Bonsái había sobrevivido a este tiroteo y se movía
a las afueras de la ciudad, hacía trámites solo, pero siempre le dijo a Eddy
que podía contar con él.
El plan consistía en
cavar un túnel por debajo de la cárcel federal. La dificultad principal
radicaba en que debían averiguar el lugar exacto para hacerlo, ya que un error
en la zona de excavación podía provocar el derrumbe de todo. De esta manera,
durante el año investigaron el lugar donde lo podían hacer, teniendo en cuenta
la salida, el tiempo, la facilidad y el espacio. Una vez decidida la ubicación
exacta, comenzaron con la labor de excavación, algo que les llevó
aproximadamente 6 meses.
Tras finalizar la
construcción del túnel, con los contactos de Bonsái consiguieron varias armas
de fuego, las cuales no tenían pensado usar. Una vez todo listo cogieron varios
muñecos muy parecidos a varios presos y los pusieron en el patio de la federal.
Algunos días previos, habían dicho a la policía que iban a hacer una locura,
con la cual se iban a apoderar de la federal. Cuando los guardias vieron a los
muñecos pensaron que eran personas reales, se empezaron a preocupar y llamaron
a la policía. Cuando Eddy y sus amigos vieron que los policías estaban en la
puerta de federal, en línea recta, a punto de entrar les dieron a los presos
unas molotovs, mientras estos se las tiraban a los muñecos, la policía empezaba
a entrar en manada a la federal, pero en ese momento ya La Cruz se encontraba
en la mitad del túnel.
Una vez llegaron al final
del mismo les esperaban unas furgonetas que los trasladaron a un búnker que
Bonsai tenía. Cuando la policía se dio cuenta de que la banda se había escapado
empezaron a preocuparse, buscaron por todos los lugares pero no los encontraron.
Lo único que lograron encontrar fue una nota de Eddy en la comisaría que decía:
estáis en peligro y yo si cumplo con mi palabra.
Sara
Rodríguez Torres 1°B
CATEGORÍA 3º ESO, 4º ESO Y FPB
Mi
Constance
Querida Constance,
Yo, Elizabeth Caedes,
estoy a punto de morir. Quizás es una premonición demasiado precipitada y
exagerada, pero te aseguro que estoy en lo correcto. Esto es una despedida,
para dejar claro una última vez cuanto te aprecio, mi querida Constance. Es muy
probable que no llegues a leer esta carta, pero necesito hacerte saber toda la
verdad, pues es lo que mereces, fuiste mi amiga más cercana desde que tengo
memoria y jamás soporté la idea de estar alejada de ti, pero mi marido no
comprendía que eres lo único que necesito y eso era tan molesto… No puedes
hacerte una idea de lo mucho que sufrí cuando me comunicó que debíamos marchar
y dejar atrás Francia.
Oh, Constance
Tú eres la luz en un mundo de dolor,
sufrimiento y oscuridad.
Mi
más amado jardín primaveral al que visitar cuando el implacable invierno está
atormentando mi desafortunada vida. Mi hermoso campo repleto de girasoles,
tulipanes, rosas y claveles.
La gracia y la belleza del ser humano cobraron vida, tenía conciencia y nombre, eras la encarnación de un ángel, solo tú, mi Constance.
¿Por
qué nadie comprendía que debíamos estar juntas para que la primavera reluciera
en su máximo esplendor? ¿Por qué debían sonar las campanas de bodas cuando
quien entraba por la puerta de la iglesia no eras tú? ¿Por qué debía decir “sí
quiero” cuando un dolor punzante me invadía y las lágrimas amenazaban con
salir? ¿Por qué me estaba uniendo por toda la eternidad con alguien que no era
mi amada? ¿Y por qué tenía la obligación de emigrar a un país extranjero tan
alejado de aquella sonrisa angelical que vivía permanentemente en mis
pensamientos?
El
mundo estaba siendo cruel y despiadado conmigo, pero esta vez decidí alzar la
voz.
Ojalá alguien me hubiera advertido de lo que pasaría ese día.
Todavía
me arrepiento de las decisiones que tomé, nunca fue mi intención sobrepasar el
límite, pero me agredió, lo hizo de verdad.
Ya habíamos peleado antes, pero esa vez fue completamente distinta, yo solo me defendí. Nunca quise herir a nadie, Constance.
Ya
había pasado una semana de aquel incidente, pero nadie parecía haberse dado
cuenta de lo que sucedía realmente. Tenía miedo, él me asustaba.
Después de ese día
todo parecía distinto de algún modo, sentía que me observaba constantemente,
siempre estaba ahí en la oscuridad, Constance.
“Por favor, déjame
en paz” - le decía desesperada, pero se negaba a hablarme.
Me
estaba torturando, lo hacía apropósito, yo ya le pedí que me perdonara
innumerables veces, pero seguía sin dirigirme una palabra, incluso ahora que
estoy encerrada ha encontrado la forma de continuar con su horrible castigo.
El silencio nunca había sido tan estridente, tengo el presentimiento de que me estoy volviendo loca.
Por favor, Arsène. Deja
de mirarme así, nunca fue mi intención hacer que la vida se escapara de tus manos
en menos de un segundo, arrebatarte tu futuro y convertirlo en tu último
presente. Tú lo empezaste, tú hiciste algo aún peor, tú me arrebatabas las
ganas de seguir viva, me robabas la esencia de mi felicidad, me alejabas de mi
Constance.
Así
que por favor, deja de aparecer ante mí, estás muerto, ¿No lo comprendes? Me
atormentaste en vida y ahora vienes a hacerlo en muerte. Tú nunca quisiste que
hablara con ella, me obligabas a tomar píldoras, malditas drogas que hacían
desaparecer lo único que tenía. Siempre fuiste como Padre y Madre, intentando
convencerme de que no era real, el karma está actuando, pero aun así te las has
ingeniado para seguir entrando en mis pesadillas y amargar los últimos momentos
de mi vida.
Lamento que no hayas tenido un funeral digno
de tu gran ego, y en vez de eso, descanses bajo el verde césped del jardín,
quizás se volvió demasiado verde en tu presencia y las preguntas sobre tu
paradero se volvieron demasiado insistentes; no pude soportar toda esa presión.
Eres un monstruo insensible, incluso acaparas la intención de esta carta, no todo gira en torno a ti, esto es una despedida antes de confirmar mi sentencia, esta carta es para la única persona que he amado y ha estado ahí para mí.
Para mi única alegría, Mi
querido ángel,
Mi Constance
Tuya siempre, Elizabeth Caedes
Daniela
Cristina Espiau García 3ºB
Monstruo
La había estado siguiendo
durante tantos días que la percepción del tiempo se volvía confusa, la espera
era algo nuevo, intrigante, pero sobre todo excitante. Su respiración se volvía
más pesada entre más cerca y a momentos tenía que permanecer de pie, inmóvil,
simplemente acechando.
Era la bestia y ella su presa, la tenía tan
cerca, apena los separaban unos metros de profunda oscuridad, podía olerla y si
cerraba los ojos, perfectamente podía imaginar su sabor, su tacto, su voz, todo
de ella y todo le pertenecía, la había elegido con tanto cuidado.
Acortó la distancia, la
inquietud se abrió paso en su sistema, se cuestionaba si lo haría, no, no lo
hacía, su fiero instinto rugía ansioso, la expectación quemaba a través de sus
venas, la quería y la tendría.
Un desesperado sonido de
necesidad escapó suave y claro entre sus labios, ella lo notó, volvió en sí
misma, lo miró con miedo haciendo que el deseo creciera, la tensión se
construyó entre ellos y cuando encontró en sus ojos la promesa del infierno,
ella echó a correr. La cacería comenzó.
La guio calculadamente
entre las calles, cada vez más alejados del ajetreo nocturno de las ciudades,
directo a las puertas del abismo y ella, ahogada en el miedo, lo notó muy
tarde. Cada vez resollaba con más fuerza, el subidón de adrenalina volvía todo
más claro, más cercano, real, era estos momentos por los que vivía.
La alcanzó en el momento indicado, enrolló su
brazo alrededor de su cintura atrayéndola cerca, con desespero se habría paso
entre la ropa, amando cada centímetro de su piel, de su calor, estampó sus
bocas juntas, bebiendo de ella con ferocidad. Mientras más se retorcía bajo su
cuerpo, la presión en su pecho aumentaba, jadeaba con fuerza hundiendo sus uñas
en la suave piel de ella.
Se mecía en su contra,
aullando de felicidad por el contacto, todo era absolutamente mejor que en sus
fantasías, incluso ella parecía notarlo, revoloteando los ojos, mientras la
vida escapaba lejos, con un último quejido su cabeza rodó a la derecha, inerte,
partes de su piel, sus órganos salpicaban los muros del callejón y bañado en
restos un cuerpo deforme todavía convulsionaba sin refrenar el éxtasis que lo
consumía.
Mostraba su verdadera
naturaleza, porque debajo de toda su belleza eso guardaba, un monstruo.
Yanira
Sánchez Torres 1ºBACH B
MENCIÓN ESPECIAL (por su calidad literaria)
Absentia
Seguía a mi hermano por
el bosque, parecía huir o dirigirse hacia algún lugar en concreto, pero estaba
sonámbulo, así que estaría soñando con alguna cosa que me era imposible
adivinar. En un momento se paró en secó y murmuró algo que no llegué a escuchar.
Intenté acercarme más sin que llegase a percatarse, para no despertarlo y que
así no me descubriera; sin embargo, en el momento en el que me moví, lo escuché
decir:
–Espera, creo que él me
está siguiendo.
Me sobresalté al pensar
que había salido de su estado y me había pillado, aunque al poco rato pude
observar con alivio que seguía dormido y, que por lo tanto, aquello lo habría
dicho en sueños. Aún así, el hecho de que se estuviese refiriendo a alguien en
específico, sumado al tono de voz tan sombrío que había empleado, no me
tranquilizaba mucho.
Decidí volver a casa finalmente para
descansar, sabiendo que Lucas, mi hermano, regresaría antes del amanecer. Me
tumbé en la cama y traté de conciliar el sueño, pero me resultaba imposible,
pues no podía parar de pensar en la extraña actitud de este en las últimas
semanas.
Todo había empezado la
tarde del 02 de marzo, cuando una pareja de ancianos nos adoptó del orfanato en
el que habíamos pasado los tres últimos años y nos trajeron a su hogar, una
cabaña de tamaño medio ubicada en mitad de un bosque de aspecto tétrico que se
extendía kilómetros. Tan solo unos días después de estar viviendo aquí, Lucas
había comenzado a tener pesadillas, aunque al principio no me extrañaba, ya que
los ruidos de la vieja madera de la casa rechinando, el ulular fantasmagórico
de los búhos y los lejanos golpes que los leñadores producían con las hachas
helaban la sangre a cualquiera. Además, a mi hermano le afectaban mucho los
cambios de sitio desde pequeño y desde la muerte de nuestros padres se había
vuelto más vulnerable, que aunque en el último año hubiese intentado
demostrarlo haciéndose el frío y el duro, yo seguía viendo como le afectaba aún
realmente. Al inicio admito que me sorprendió un poco el hecho de que tuviese
tantas pesadillas, pero al cabo de unos días dejaron de preocuparme. Sin
embargo, comenzaron a pasar las semanas y estas parecían volverse cada día
peores, hasta el punto de oír a Lucas despertarse gritando como si lo
estuvieran torturando. Al observar esto, intenté brindarle mi ayuda, pero nada
hacía efecto, puesto que por el día él parecía no acordarse de nada o
directamente no me respondía. Todo empeoró cuando empezó a ser sonámbulo y a
salir de casa por las noches, hablando consigo mismo y farfullando con una voz
que no parecía la suya cosas sin sentido sobre muertos y fantasmas. Tras unos
días había decidido seguirlo para poder descubrir el porqué se adentraba
siempre en el bosque, aunque al final no había conseguido sacar ninguna
conclusión, ya que mi hermano tan solo se quedaba parado en algún lugar de este
hablando solo y después daba media vuelta y regresaba a casa.
Finalmente decidí dejar
de pensar en aquello, pues cuanto más lo analizaba menos entendía la situación.
Tras un tiempo que debió ser horas por fin logré dormirme.
Más adelante me desperté sobresaltado por el
ruido que se oía en mi cuarto. No sabía de dónde provenía hasta que mis ojos se
acostumbraron a la claridad de la mañana y pude ver que se trataba de Lucas.
Estaba desordenando todas mis cosas y parecía buscar algo ansioso. Le pregunté
qué le pasaba y qué buscaba, pero no obtuve respuesta alguna por su parte.
Esta actitud me acabó
desesperando, por lo que le dije:
–Mira, no entiendo por
qué estás comportándote así últimamente. No veo que haya ningún motivo
razonable. ¿Me vas a contar ya qué es lo que te pasa?
Me ignoró completamente, así que me levanté
enfadado de la cama dispuesto a echarlo de mi habitación, pero en el momento en
el que lo fui a tocar para empujarlo, se alejó rápidamente, gesto que no me
esperaba y que me dejó bastante confundido.
–No me toques –lo escuché
decir de repente con un tono de voz tan frío que me desconcertó aún más.
–Si no quieres que te
toque y no vas a decirme qué pasa contigo y qué buscas, vete de mi habitación
–murmuré más irritado que nunca–, total, no sé qué haces en ella –.
En ese mismo instante en el que se lo dije él
se agachó drásticamente y estiró la mano hacia un rincón. Cuando la sacó tenía
agarrado un periódico que yo mismo había comprado unos días después de que nos
adoptaran, pero que nunca había llegado a leer.
Lucas salió del cuarto con el papel en la
mano, lo cual me dejó demasiado pensativo. No entendía para qué quería ese
periódico y por qué había puesto tanto afán en buscarlo.
El día pasó y llegó la
noche. Se me había olvidado la situación de esta mañana, hasta que oí la puerta
que daba hacia el bosque y al asomarme a la ventana vi que era mi hermano
saliendo, solo que esta vez parecía estar despierto y no sonámbulo. Me levanté
corriendo y me dispuse a seguirlo. Empezó a andar y me percaté de que se
dirigía al pequeño y antiguo cementerio, cercano a la casa a la que nos
habíamos trasladado. Tras una larga caminata vi que efectivamente mi hermano se
detenía allí. Esto me produjo escalofríos por todo el cuerpo.
«¿Para qué habría venido
a este horrible lugar?», me pregunté.
Me escondí detrás de la
verja y lo observé durante un rato, aunque este no hacía nada. Estaba a punto
de irme cuando vi que empezaba a hablar solo y a jugar con algo que yo no
alcanzaba a ver. Intenté acercarme un poco más; sin embargo, tropecé con una
raíz y caí al suelo, produciendo un ruido que atrajo la atención de Lucas.
Cuando observé que empezaba a girarse hacia mí me dispuse a disculparme por
haberlo espiado, pero en el momento en el que terminó de darse la vuelta y me
miró a la cara no fui capaz de gesticular ni una sola palabra; su expresión
fría de las últimas semanas había desaparecido para dar paso a una cargada de
odio y rabia. Hizo el amago de acercarse, aunque ya era demasiado tarde, pues
yo ya había salido corriendo despavorido hacia casa para encerrarme en el
cuarto.
A la mañana siguiente
decidí salir por fin y me dirigí a la cocina. Cuando estaba a punto de entrar,
vi como Lucas dejaba en la mesa el periódico que me pertenecía abierto por una
página en específico y tras ello se iba.
Me invadió la curiosidad
y me acerqué, pensando que así podría descubrir por qué lo había buscado con
tanta ansia, pero lo que vi me dejó helado. En la página aparecía una noticia
del 02 de marzo, el día en el que nos habían adoptado, y el título ponía:
“Hallado el cadáver de Lucas Everett, el niño desaparecido desde hace dos
años”.
Luego aparecía una foto
de un niño rubio y delgado, con cara pizpireta y pómulos sonrojados, con una
mirada intensa producida por sus ojos, tan azules como el agua de los mares.
Era mi hermano.
No podía moverme del
sitio, era incapaz de pensar con claridad y el aire me faltaba.
En ese momento sentí un
frío aliento muy cerca de mi cuello. Me giré haciendo un gran esfuerzo,
encontrándome así con la sonrisa siniestra del rostro de lucas. Mirándome con
una expresión imposible de descifrar, pero que congelaba la sangre de mis venas
fue dando pasos despacios hacia mí, y acercándose al oído me susurró:
– Supongo que ahora ya
sabes lo que me pasa, ¿no?
Taida
Díaz González 3ºESO B
MALDITO
SEA EL TIEMPO
Maldito
sea el tiempo
y mi
mente por percibirlo
rápido y
a la vez lento
Es así
como lo siento
porque
presiento
que el
presente solo acaba
y empezó
hace un momento
De solo
pensarlo reviento
porque
lo que ahora escribo
hace
rato que se lo llevó el viento
Abián Bordera Lima 2ºBach A
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