Marta Barrio García-Agulló es una escritora española que nació en New Haven en 1986. Se licenció en Filología Hispánica y en Estudios de Asia Oriental en la Universidad de Madrid y, más adelante, cursó un máster en Edición en la Universidad de Salamanca-Santillana. Se dedica, además de a la escritura, a la edición de libros. Su primera novela, Los gatos salvajes de Kerguelen (2020) fue finalista del premio Memorial Silverio Cañada en la Semana Negra de Gijón. Con su segunda novela, Leña menuda (una desgarradora historia de una pérdida prematura) ganó el XVII Premio Tusquets Editores de Novela.
- ¿Qué fue lo que le impulsó a empezar a
escribir? ¿Cuándo tomó la decisión de ser escritora?
Cuando era niña, me encantaban los cuentos. Tanto, que cuando me
portaba mal me castigaban sin leer. Mis padres unas Navidades me regalaron un
programa informático de escritura creativa con el que empecé a escribir mis
primeros cuentos, eran cosas de osos que cantaban y les tiraban tomates, pero
no pasaba nada porque se los comían y estaban riquísimos. En la adolescencia,
participé en un par de concursos de poesía en el colegio, siendo premiada en
ambas ocasiones, y luego vino un larguísimo periodo de tiempo sin acercarme a
la escritura, porque descubrí el canon, y eso me paralizó. Temí que lo escrito
no estuviera nunca a la altura de lo leído, no poder llegar al nivel de los
grandes autores a los que se veneraba, ser mediocre, en suma. Me dediqué al
estudio de la literatura, y más tarde a la edición, y eso me alejó todavía más
del deseo de escribir, hasta que de un día para otro eso cambió. Quizás,
pensándolo a posteriori, fuese al ver que empezaban a publicar libros
escritoras de mi edad cuando comencé a sentirme autorizada para intentarlo a mi
vez.
- ¿Sus escritos son obra de su experiencia?
¿Hasta qué punto le influyó su estancia en Connecticut? ¿Lo recuerda como un
hogar, al que visita con frecuencia?
Mis escritos nacen, de momento, de vivencias
ajenas, si bien en lo que estoy escribiendo ahora me estoy asomando más a lo
biográfico. Connecticut no es un hogar para mí, nací ahí, pero me fui al poco
tiempo y nunca he vuelto. Es, desde luego, un viaje pendiente.
- El hecho de escribir ciertas temáticas en
específico en sus obras (fenómenos metereológicos, embarazo, etc.), ¿a qué se
debe?
Han sido, en ambos casos, historias
regaladas, confesiones o vivencias fuera de lo común de personas cercanas en
las que he visto que podía haber espacio para la narración. Primero, mi
hermano, luego, una de mis primas, y en lo que estoy haciendo, o pensando,
ahora, mi tía abuela tiene un papel protagonista. También ocurre que esas
historias tenían una resonancia especial para mí porque coincidían con ciertas
causas que me importan mucho. Creo en la literatura como acción de cambio, y me
preocupan la ecología y el feminismo. Me aterroriza la amenaza creciente del
cambio climático, como un crimen perfecto que se perpetra sin que nadie pueda
impedirlo y que nos acabará alcanzando por mucho que los políticos se empeñen
en mirar hacia otro lado y no darle la prioridad necesaria en sus agendas.
También me inquieta el retroceso de mentalidades que se está dando en la
cuestión de los derechos de la mujer, y en el aborto en particular, pienso en
la nueva legislación al respecto de Texas y me entran escalofríos. Hemos vuelto
a los tiempos de la delación, de los vecinos inquisidores que se pueden lucrar
con el dolor ajeno.
- Además de ser escritora, también se dedica a
la edición de libros, ¿nos podría contar cómo se abrió a este mundo de la
literatura comercial?
A mí
me ha ayudado mucho leer a escritoras de mi generación. Me he sentido validada,
me he sentido autorizada para escribir. Es muy importante lo de los roles y los
ídolos. Si tú ves que solo publican hombres de mediana edad, tirando a 50-60
años, no haces esa identificación y, al ver que muchas mujeres escribían…
Pienso en Sabina Urraca, en Aixa de la Cruz, que trataban temas que a mí me
tocaban muy de cerca y que a lo mejor a mis padres no. Eso me hizo pensar en un
relevo generacional, en el que quizá no habría pensado si hubieran seguido
publicando solo novelas de señores de mediana edad. Pero yo, que había
estudiado Filología, soy editora y no me sentía autorizada a ello. Al alcanzar
cierta madurez profesional, cierta estabilidad, y al mirar a mi alrededor y ver
que se publicaban novelas a escritoras de mi edad a las que yo tenía en alta
estima… me animé.
-
¿Cómo
compagina su vida laboral con su vida familiar o de ocio?
Fatal, no tengo ni un minuto para mí, me
encantaría tener tiempo para hacer ejercicio o ir al cine. Ursula
K. Le Guin decía que los niños se comen los manuscritos. Al final es más
difícil hoy día para la mujer sacar tiempo para la creación que para el hombre,
porque nosotras somos las que llevamos ese peso del cuidado. Quizás
ahora, además, tenemos expectativas demasiado altas. Pretender pasar tiempo con
los hijos mientras horneas bizchochos artesanales y a la vez ser plenamente
exitosa en todos los demás ámbitos de la vida, eso es sencillamente una
falacia. Es imposible. Pero eso no quita que haya un problema real de conciliación en España y que seamos
las madres quienes cargamos con la mayor parte de la carga de la crianza y de
la casa. Como sociedad no hemos sido capaces de darle
un espacio a la vida, y eso es un fracaso. Y luego está la culpa, ese ideal de la mujer perfecta que
te hace intentar llegar a todo y dejarte la piel en el camino. Si no fuera por
la ayuda de las abuelas de mi hija, ya me tendría que haber reducido la
jornada. Las amigas siempre dicen que te harán de canguro, pero cuando pides el
favor, nadie responde, les viene mal. Por otra parte, según
vemos en los datos, sigue habiendo muchas menos mujeres que publican que
hombres que publican, y en parte se debe a este tema.
-
¿Cómo le afectan
emocionalmente sus publicaciones? ¿Cómo han repercutido sus premios en su
carrera como escritora?
La gente me pregunta si respecto a la tercera novela no siento presión. Ni de broma. Lo que siento ahora es una gran alegría y tranquilidad, porque mi principal problema a la hora de enfrentar la página en blanco es convencerme a mí misma de que eso merece la pena, que merece la pena dedicar el tiempo y el esfuerzo. Quitar ese tiempo y ese esfuerzo a otras cosas de mi vida.
- Con respecto a Leña menuda, ¿cree que existe un amplio desconocimiento sobre el
miedo que experimentan muchas mujeres durante el embarazo? ¿Qué le hizo
escribir una novela que rompe con las creencias de la sociedad? ¿Es acaso su
novela, una crítica del “deber” que ha impuesto la sociedad?
Por supuesto. Yo viví mi embarazo con mucho miedo, tuve algún susto. Además, tuve diabetes y contracciones todas las tardes... En fin, estaba muy hecha polvo. Y la gente no hacía más que decirme "disfrútalo". ¡Pero cómo se podía disfrutar eso! Esa idea de la Embarazada Feliz me toca bastante las narices. A mí el embarazo, y el parto no digamos, no me parecen una experiencia amable. Hay quien dice que es el momento más feliz de su vida, y yo ante esas personas sólo puedo pensar que están locas o que han tenido una vida de mierda. Lo que tengo muy claro es que, si ya viví mi primera vez con bastante miedo, ahora pensar en un embarazo me daría más miedo aún, porque soy mucho más consciente de todas las cosas que eventualmente pueden torcerse durante el mismo. En ese aspecto, la novela ha tenido para mí algo de catarsis.
- ¿Qué le aconsejaría a una persona que le
apasiona escribir y se ve como futuro/a escritor o escritora?
Que lea mucho, muchísimo. Que escriba, por supuesto. Creo
que a escribir se aprende primero leyendo y luego escribiendo. Y, por último,
corrigiendo, no dando nada por supuesto.
- ¿Quién es su escritor favorito? ¿Cuál es el
escritor o libro que más le ha influido como autora a la hora de escribir?
Soy una lectora muy ecléctica, pero Patricia
Highsmith y Marguerite Duras (de quien tuve la inmensa suerte de editar El
dolor con traducción de la inigualable Clara Janés)
son mis autoras de cabecera sin duda alguna. También me influenciaron
mucho Estupor y temblores de Amélie Nothomb, Las primas de Aurora Venturini, El gran cuaderno de Agota Kristof, El cielo de Lima, de Juan Gómez Bárcena, El gourmet de Lu Wenfu, Alexis o el tiro de
gracia de Marguerite Yourcenar, La casa
de las bellas durmientes de
Yasunari Kawabata, Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite, El peso falso, de Joseph Roth, La cámara sangrienta de Angela Carter, los Relatos de Bernhard y Nada de Carmen Laforet.
- ¿Tiene alguna manía destacable en el momento
de escribir o leer? ¿Y cuál es su lugar y momento idóneo para hacerlo?
Para mí, el momento de lectura y escritura es un momento arañado a la noche, digamos, al escribir o leer robándole horas al sueño mientras mi hija duerme, y por ello concibo la escritura como una labor de a ratitos sueltos. Si pudiera elegir, me gustan más las mañanas, es el momento cuando estoy más lúcida, y el resto del día siento que tengo mucha menos energía.
-
¿Cuáles
son sus géneros preferidos para leer? ¿Son los mismos que para escribir?
Me divierte mucho lo policiaco, y lo
fantástico, y no descarto hacer algo de terror alguna vez. De momento, las dos
novelas que he escrito y la que estoy planeando escribir ahora son muy
diferentes entre sí, y creo que esa variedad es lo que me gusta de la lectura y
la escritura, no leer ni escribir dos libros iguales.
-
¿Qué
está leyendo actualmente? ¿Y escribiendo?
Estoy
leyendo Lo demás es aire, de Juan Gómez Bárcena, un escritor que
recomiendo muchísimo. De momento no estoy sacando tiempo para la escritura.
Estoy pensando en un proyecto sobre la infancia, la familia y el verano. Quiero
que sea una novela veraniega y luminosa. Veremos a ver si sale.
Muchas gracias.
Elisa Rostro, Lucía Rivero
y Victoria Garrido
1º Bachillerato A
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