jueves, 19 de enero de 2023

CARTA BLANCA A UN PERSONAJE DE LA CELESTINA

 

A Celestina

Querida Celestina

Agradezco mucho que hayas elegido servir como intermediaria entre Calisto y Melibea. Pero no creo que debieras haber actuado así con Pármeno y Sempronio. Aunque te has convertido en el personaje clave de la obra, no puedo evitar el sentimiento de decepción que siento al analizar tu comportamiento. Has usado tus trampas y mentiras para manipular a los personajes y aprovecharte de sus sentimientos. Y lo peor de todo es que, a pesar de todo el mal que has hecho, sigues negando tus acciones y actuando como si no hubieras hecho nada malo. Esto no es aceptable. Debes tomar responsabilidad por tus actos y entender que tus acciones tienen consecuencias. Tu carácter, aunque fuerte y decidido, está lejos de ser el de una persona respetable. Regalas tu cuerpo y alma como si fueran objetos, e intentas manipular a tus clientes para conseguir los resultados que deseas. A veces tu forma de actuar era muy egoísta pero a la vez astuta, ya que a Calisto no le pedías simple dinero, sino que pedías algo que supieras que no podrías compartir con Pármeno y Sempronio, esas ideas no salen de un plan poco trabajado, por ello tienes parte de reconocimiento, debido a esa genialidad y astucia con la que cuentas.

Sin embargo, me complace ver que, a pesar de tu carácter dudoso, la obra finalmente concluyó de una manera feliz. Aunque Calisto y Melibea pasaron por muchos problemas, al final se encontraron y tuvieron la oportunidad de ser felices, hasta que llegó su hora.

Espero que tomes en serio esta carta y pienses en cómo puedes cambiar tu comportamiento. Estoy seguro de que un pequeño cambio puede hacer una gran diferencia. Te animo a que muestres más respeto y apoyo a todos los miembros de tu entorno para crear un ambiente más amigable.

 

Ayoze Pérez Felipe, 1º C

A Calisto

Querido Calisto, no sé si te acuerdas de mí, soy la hermanastra lejana de Melibea. Te escribo con el fin de aconsejarte antes de que continues con tu “historia de amor” con mi hermana, ya que al fin y al cabo tú y yo nos conocemos desde que éramos unos críos y te tengo bastante aprecio.

No quiero que te tomes a mal lo que te voy a decir, yo ya me supongo que tenemos la confianza como para hablar con claridad sin necesidad de esconder nada. Desde hace unos días me enteré de que por casualidades de la vida te encontraste con mi hermanastra en nuestro jardín y según la viste te enamoraste perdidamente de ella. A tal punto que me dijeron que tu religión es ella.

Fue tal la impresión que te llevaste de ella que te le declaraste en ese instante siendo obviamente rechazado por ella. Según me dijeron, no podías soportar la idea que ella no te quisiera y decidiste llamar a la Celestina.

Y es de esta decisión de la que te quiero advertir, si es verdad que los trabajos realizados por esta señora son muy efectivos, pero la Celestina es una persona muy avariciosa y si ella puede sacarte más provecho del necesario lo hará.

Es por esto que debo decirte que no debes actuar como una persona imprudente e impulsiva como haces siempre que se te antoja algo, piensa muy bien lo que le pides a la Celestina y si realmente es algo que no puedes llegar a conseguir mediante tus propios medios. En mi opinión deberías de no volver a contactar con la Celestina e intentar dedicarle más tiempo a hablar y estar con Melibea, si te molestases en conocerla un poco te aseguro que en unos días la tendrías a tus pies, sin necesidad de llevar a cabo grandes riesgos con el contrato que tengas con la Celestina.

Irene Guerra Suárez, 1ºD

 

A Celestina

Celestina, alcahueta, bruja, puta o madre para muchos, como quieras que te llames, permíteme interrumpir en tu pequeña celda, permíteme privarse de tu tranquilidad si es que puedes obtenerla después cometer tales actos, permíteme importunar tan solo uno momento, para así comprender cómo es que tan vieja pero sabia hechicera acabó muerta por su avaricia y egoísmo. Como pudiste hacer creer a Calisto que tu intención era ayudar cuando todos sabemos que el beneficio propio es lo que buscabas. Suerte fue la tuya cuando el iluso de él no tuvo en cuenta las advertencias por parte de sus sirvientes Sempronio y Pármeno hacia tu persona y cegado por el profundo amor que profesaba hacia la hermosa Melibea accedió a tu ayuda. Estaba dispuesto a pagar lo que fuera por el afecto de su amada ¡que fácil fue para ti manipularlo en ese estado, no podías desaprovechar esa gran oportunidad! Fue así como conseguiste tu primera victoria ¿pero no fue suficiente, verdad? Tu codicia se apoderó de ti y como la traidora que eres engañaste a tus dos supuestos aliados. Sabías ingeniártelas bien, siempre con la excusa de ser una pobre anciana inocente, por lo que acabaste llevándote todas las ganancias gracias a tu ingenio y audacia. Pero ingenua de ti, pensabas que eras la única que rebosaba de avaricia así que acabaste cayendo en tu propio juego ¿Por qué te dejaste llevar por la codicia? ¿Por qué no compartes las ganancias? Tal vez todo hubiera sido diferente con un final no tan trágico, pero no fue así. No te culpo, todos nos dejamos llevar alguna vez por nuestras ambiciones, sean correctas o no. Al no tener dinero, para sobrevivir tuviste que convertirte en una persona interesada con el objetivo de un beneficio económico, calculando así todos las movimientos y dejando a un lado la moral para protegerte a ti misma. Pero a veces cuando hacemos todo lo posible no basta y te acabas hundiendo.

 

Martina Machín Fernández, 1º D

A Calisto

Estimado Calisto:

            He decidido escribirte esta carta aunque me ha llevado tiempo pensar, porque no quería llegar a molestarte. Me pareces una persona muy valiente, decidida… pero también fuiste muy impulsivo con Melibea. Esa mujer de buena familia, no fue fácil de conquistar, pero tú vehemente lo intentaste hasta conseguirlo incluso arriesgando tu vida.

            De lo poco que sé sobre esta historia de amor, sé que gran parte de ella es gracias a Celestina, bajo tu insistencia ella te ayudó a conquistarla, pero con los tres pagos que les hiciste, provocaste que se enfadaran tus criados y ella, llegando a matarse. El resultado de esto fue que todo el mundo hablase mal de ti.

            Ahora te voy a decir una cosa que siempre todo el mundo se lo salta y no le da importancia pero yo creo que deberías de saberlo, y es que Melibea solo fue por un conjuro y no sé si en este entonces estarías con ella si no hubiesen muerto, pero lo dudo porque el tipo de conjuro que Celestina le dijo a Melibea en el acto tercero, no es de larga duración.

            Por último, me gustaría decirte que tu relación con tus criados me encanta ya que tenían una confianza mutua muy admirable. Pármeno desde mi punto de vista te aconseja muy bien y Sempronio un buen compañero de aventuras.

            Hasta aquí lo que quería decirte y cabe destacar que aunque tu personalidad es de persona testaruda, yo noté que eres una persona muy sentimental y que te enamoras muy fuerte de las personas a primera vista.

            Espero que tu muerte haya sido indolora tanto para ti como para tus seres queridos, también espero que estes descansando en paz.

Davinia Pérez López 1º D

 

A Melibea

Querida Melibea, posees una belleza e inocencia claramente distintiva frente a la de muchas otras mujeres, el furor aún recorre mi cuerpo al recordar que tu débil contención no fue suficiente ante un hombre cegado por sus propios deseos.

Para mí eres tan admirable como misteriosa, me asombra como un simple gesto, una simple mirada o un simple caminar fueron suficientes para embelesar a Calisto con tus encantos, cada día me siento más intrigada por el poder del cuerpo femenino y de lo que somos capaces de hacer con él. Pero ahora te pregunto Melibea, ¿cómo fuiste capaz de llegar a tal extremo con la evidente superioridad que muestras? Pues en mi opinión a veces el deseo arrastra hasta a los más prudentes por el camino equivocado, aniquilando por completo el sentido de la razón del que muchas veces dependemos. Pero tampoco quiero darle a mi criterio más importancia de la que tiene, pues no es mi intención manipular la historia que nadie mejor que tú puede contar. Es triste como tus intenciones no fueron escuchadas a costa de las de otros, pues no obtuviste el respeto que merecías desde el primer momento, por no hablar de la imprudencia que mostraron tus propios padres al no ser capaces de protegerte de dicha codicia, muchas veces estamos pendientes de problemas externos cuando en realidad si miramos a nuestro alrededor encontraremos más de los que desearíamos tener.

Tras analizarlo detenidamente y darme cuenta de que tu destino fue amañado como si de un juego se tratase, supuse que tú tenías tu propia ideología sobre el amor verdadero, y aunque tú no decidiste ese emparejamiento, te viste envuelta en un notable alboroto que te mostraba con anterioridad lo que sucedía a tu alrededor, ¿por qué no luchaste más por la libertad de amar a quién realmente estimases?

Siempre me quedé con ganas de escuchar tu versión de la historia con respecto a lo que sentías realmente por Calisto y si fue tan malicioso como nos hicieron creer. Tú no estabas condenada a ser desdichada, tampoco tu agraciada belleza fue lo que te volvió desgraciada, no te creas todo lo que escuchas por ahí, pues las malas lenguas siempre hablarán, tanto que a veces te pueden cobrar la vida…

Ainhoa Reyes Rodríguez, 1º D

A Alisa

Te escribo para expresarte mi profundo pesar por la muerte de tu querida hija Melibea. Comparto tu dolor, y entiendo que no hay mayor sufrimiento para una madre que la pérdida de su hija. También comprendo que una parte de ti debe sentirse culpable por lo sucedido. Tras leer la obra, no he podido dejar de pensar en qué hubiera pasado si no hubieses permitido a Celestina la entrada en tu casa. El final de tu hija podría haber sido muy distinto, aunque también es cierto que estas palabras solo dan cabida a las especulaciones. Por otro lado, la reputación de Celestina no era un secreto para nadie, cuyos asuntos eran conocidos por todos y despreciados por muchos. Tanto es así, que incluso Lucrecia tuvo reparos en nombrarla, movida, imagino, por el descontento que su solo nombre le producía. Debiste de haber hecho caso a las alarmas, pues tu misma afirmaste que ella era “una buena pieza”, sin embargo la dejaste a solas con tu hija, y es bien sabido en qué resultó esta decisión. Por supuesto, mi cometido con esta misiva dista mucho de hacerte sufrir, más bien, deseo darte a conocer mi opinión en cuanto a este asunto que tanto te apena, puesto que somos amigas desde hace ya mucho tiempo, y me creo en la obligación de informarte. Por otra parte, puede que ahora más que nunca sientas que realmente no conocías a tu hija, puesto que la creías inocente e ingenua, pintando para ti misma una imagen de ella muy diferente a la de la realidad. Pensabas que desconocía muchos asuntos de los cuales, por desgracia, no era ajena. Por ello, supongo que te arrepientes, ahora más que nunca, de no haber aprovechado el tiempo, cuando lo tuviste, para llegar a conocerla más a fondo y lograr descubrir su forma de pensar y actuar. Tal vez, si tu relación con ella hubiera sido más fuerte, ella se habría sentido más cómoda contándote sus confidencias. Considero que ya es tarde para lamentarse. Sin embargo, aunque nunca llegasteis a estar del todo unidas, para Melibea eras su “amada madre”, y ella te quería y respetaba, lo que te deja en muy buen lugar frente a Dios, quien de seguro te tiene en muy alta estima. No quiero entretenerme más, solo quiero añadir lo mucho que admiró tu valentía y resiliencia frente a situaciones adversas. Lo hiciste lo mejor que supiste.

Paula Soriano Fernández , 1º D

 

A Calisto

Querido, Calisto:

Pareces conformar parte del rumor más célebre que por toda la zona se comenta, más específicamente tu romance prohibido con la muchacha Melibea. Los aldeanos pregonan historias acerca de vuestro acercamiento y amor, y cómo éste se ocasionó en aquella huerta mientras tratabas de cazar a un halcón; aunque, debo reconocer, la mayoría se tratan de simples y puras falacias incongruentes con la intención de causar interés en el oyente por dicho relato y conseguir unas monedas de oro como pago por la narrativa.

 

Anhelo poder desmentir cada una de las palabras que sobre tu nombre son expuestas con el designio de deshonrar a tu figura, más sincera y honestamente temo que no me encuentro en tal disposición al escuchar sobre tus imprudentes y necias acciones en esta situación. Por lo que, haciendo amago del aprecio que alguna vez como compañero de caza pudiste desarrollar hacia mi persona, te exijo que confieses. Confiésate ante mí, Calisto, relata a través de la tinta y el papel aquello que no te atreves a afirmar con tu propia voz, confiesa aquel delito contrario a Dios y a su palabra divina del que todos murmuran como buitres alimentados por las desgracias ajenas; pues todavía me resulta inverosímil creer lo acontecido, ¿Cómo pudiste tú, un noble de bien y gran nombre, cometer tal injuria contra la dama Melibea, una joven pura y sacra que debido a tu lujuria y negligencia, su honra se le ha sido inevitablemente despojada? Tus hechos no reflejan más que a un pusilánime tratándose de ocultar de su deber tras las faldas de una hechicera.

¿Fue el hermoso rostro de la doncella lo que te causó dicho estado de locura en el que te encontraste sumido para realizar tales actos tan opuestos del hombre que aparentabas ser, o, por el contrario, se trató del picor amargo que sobre tu lengua se impregnó tras los rechazos de Melibea en aquel primer encuentro?

 

En cualquiera de los casos, no cuentas con excusa alguna que te libre de la paga de tu pecado, pues en el mismo instante en el que permitiste que la Celestina, aquella mujer de baja reputación y lengua viperina, se colara en tu morada cual zorro en un rebaño; fuiste condenado al castigo que Dios todopoderoso te asignara. Sin embargo, aún continúo sin comprender tus actitudes, ya que, como un iluso, osé en creer conocerte, a ti y a tu honor; ¿Por qué no consideraste las advertencias de Pármeno siendo consciente de que el sirviente se había criado con dicha mujer?

 

No soy tan siquiera capaz de afirmar o discernir acerca del hecho de que, finalmente, la muchacha Melibea cayera presa en las garras del amor por ti, pues bien podría ser el fruto del pacto que la vieja efectuó con sus ropajes.

 

Deberías saber que el cuento que con engaños y tragedias comienza, no posee un final satisfactorio para los protagonistas de lo narrado; y con el corazón en mi puño te manifiesto que en esta ocasión mil plegarias no serán suficientes para alterar los hilos del desenlace que tú mismo cociste exento de conciencia de su gravedad, cual joven ambicioso nublado por el deseo. Como un león de hambre irrefrenable contemplaste a un bello ciervo que con sus ornamentas te cautivó desde un inicio, así que decidiste atrapar a dicha criatura sin percatarte ni por un instante en el cazador que a tu espalda apuntaba con su arma, listo para disparar y convertirte en su trofeo, como muchos otros de los que tú eres poseedor.

¡Oh, inconsciente Calisto! Espero que el momento de placer y ventura que hayas experimentado no se pierdan con el viento tan veloz como desgraciadamente sospecho que sucederá.

Tu supuesto amigo.

Paula Wasaldúa Pérez, 1º D

A Celestina

Querida Celestina, espero, con mis más sinceras condolencias que aceptes esta carta, dirigida principalmente a tu comportamiento, egocentrismo y avaricia, los cuales abarcaste desde el inicio de esta obra.

Tu trabajo era clave y sencillo, hacer que Calisto y Melibea se enamoraran perdidamente el uno del otro, por ello eras el nexo principal de esta trágica y encantadora  historia amorosa, una pena tu muerte que fue fruto de la avaricia que habías sembrado años atrás y ya recorría tus venas.

Sin embargo, eso no fue el principal causante de tu muerte. Subestimaste tanto al resto de personajes,  que  no llegaste a pensar en que todos querían poseer algo entre sus manos. Efectivamente, eran como tú y deseaban tanto una soberbia recompensa, ya  fuera el amor de una amada o una simple cadenilla de oro, que podían llegar a matar por ello.

Incluso, te cegaste y el ego te pudo, llevabas tanto tiempo laburando en el mismo campo, convenciendo a otros, manipulándolos y buscando sus debilidades, que los que crearon tu horripilante muerte hicieron que tus propias acciones sonrieran cómplices, y acabaran contigo.

¡Ay Celestina! Que hubiera pasado si les hubieras dado su parte del dinero a los criados de Calisto, seguirías aquí, maldita codicia diría yo. Finalmente nuestras debilidades nos llevan por el peor camino y comprobaste,  lo que llevabas realizando durante años, lo merluzo que podemos llegar a ser cuando obtenemos aquello por lo que nos  desvivimos a nuestro lado.

Trágico, ¿no es verdad? Pero me veía venir este desenlace, al final todos hacemos locuras, ya sea por amor o por dinero.

Ruth Delgado, 1º Bach C

A Calisto

Señor, en vano fueron las advertencias y alertas, pese a ellas el sino se ha cumplido, fue usted muy vanidoso al buscar placeres a los cuales debía revocarse, y de haber sido usted conformista con aquellas negaciones que un principio se le dieron, quizá, esta carta sería leída por vos, y no para este cuerpo sin vida que un día fue portador de su alma, su historia algo trágica nos servirá de lección.

Por el amor de una mujer que nunca le hubiera correspondido, no ser de la magia negra a la que acudió desesperado sin saber que más hacer, por dar gozo a sus descarrilados pensamientos con esa muchacha, le trataron de advertir, que la lujuria no era algo lo cual debía perseguir, y que un rechazo debe de ser aceptado con dignidad y no debería usted de haberse rebajado hasta los vulgares servicios de esa señora, sobre la cual se le dieron referencias algo perturbadoras, pero usted decidió no escucharlas.

Maldita la hora de su loco enamoramiento, pues este no traería más que tragedias y desgracias para todo aquel que se encontrara de una u otra forma envuelto en él, muertes, desamores, ejecuciones…

Conocía usted realmente aquellos a quienes tenía a su lado, aquellos que le traicionaron por poder y riquezas, ¿Sabía usted, que estos actos de egoísmo e impulsividad acabarían con el gozo de sus días? Nadie nunca le advirtió de los peligros, porque todos fueron corrompidos por el deseo de las distintas cosas que a cada uno se le prometieron, pero sin embargo, sí lo hicieron de los bienes, con el fin de engatusarlo con aquello que usted tanto deseaba, el loco amor y la pasión desenfrenada de la que gozaría con esta muchacha, algo que tras tantas desgracias, jamás llego a cumplirse.

Dicho esto, todos aquellos actos, todas aquellas vidas, fueron en vano, pues nadie sacó el provecho que en unos inicios pretendía, y mírelos, todos corrompidos por pensamientos y maldades, a donde han llegado a parar, señor, su vida ha valido de lección, pues aquellos que se quieran aventurar ante una negación, tras conocer lo que usted vivió, dos veces lo podrán pensar, y tal vez su vida serán capaces de aguardar.

Ana González Reyes 1º Bachillerato C

 

A Calisto

Hoy te escribo con la intención de expresarme libremente acerca de lo que pienso de tus acciones y sus consecuencias, sin ánimo de ofensa pero siendo sincero. Con ello, mi propósito es dejar en claro lo que, para mí, fue la causa de toda la tragedia ocurrida.

Y es que considero que toda esta desgracia caída sobre personas como la Celestina, Sempronio, Pármeno, la mujer que tanto amabas, Melibea, e incluso la tuya vienen a partir de tu enamoramiento ciego y del capricho por conseguir lo que parecía imposible, que se llevó vidas de tu alrededor. Yo lo consideraría un acto egoísta puesto que después de todo, la muerte de tus criados no pareció afectar en gran medida y ver que tan equivocado estabas. Quizás este primer ciclo de desgracias y muertes se podría haber evitado si hubieses tenido una buena relación con tus criados.

Aunque, yendo más allá, toda esta historia era fácilmente evitable si hubieses aceptado tus límites y lo que era imposible para ti, pero decidiste negarte a aceptar el rechazo de Melibea y de una manera u otra la engañaste para que te amara, usando manipulaciones e incluso conjuros, hechos por otra de las principales causas de estas desgracias, la avariciosa Celestina, que te ayudo a cumplir tu objetivo por su ansia de riqueza.

Al final no todo ha sido por tu culpa pero si eres la pieza desencadenante, no te culpo en el fondo pues estarías cegado por el amor, pero realmente este no era real, Melibea solo había sido engañada por culpa de tu egoísmo. A causa de este engaño también trajo la desgracia le trajo la desgracia a ella, que por tus caprichos imposibles ya no podía vivir sin ti y al tu morir de aquella forma tan torpe, la sumiste en la tristeza y la llevaste al suicidio.

Miguel Lazo Martín 1º C

A Celestina

La codicia, el capricho, la avaricia, la persuasión, la astucia, son varios de los ingredientes que  componían la pócima, que con desprecio cocinó durante tanto tiempo aquella bruja que tiene por  nombre Celestina, y a la que con humildad dirijo esta carta.

Allá donde esté, si puede leer estas líneas, me permito el lujo de reprocharle su cuestionable personalidad, pero al mismo tiempo comparto con usted la reflexión que del análisis de su personaje  viene a mi mente. Si bien me angustia la crudeza de sus acciones, no puedo negarle que me sorprende, que seis siglos más tarde de la creación de la novela ficticia a la que pertenece, en la sociedad actual sigan existiendo personajes de la misma calaña. Y hasta cierto punto he llegado a pensar y justificar su egoísmo y personalidad retorcida, pues es fácil entender que las condiciones de la sociedad a la que perteneció no eran las más idóneas para tener una personalidad más estable, quizás la supervivencia fue probablemente la que modeló esta singular forma de ser. La traición y la venganza fueron las que te llevaron a la tumba, metáforas de los actos de Pármeno y Sempronio, a los que considerabas como hijos. Esos sentimientos contrarios de amor y odio entre miembros de un mismo entorno, siguen encontrándose a día de hoy. Usted, mujer a la que no le temblaba la mano al poner sus intereses por delante de todo, sin importar todo el daño que pudiera causar. Egoísmo que se llevó vidas ajenas,  usted sigue siendo un personaje que vive en las ciudades del siglo XXI, ciudades sin las miserias  con las que usted vivió, ciudades desarrolladas y ciudadanos con derechos, pero todavía para  algunos de ellos lamentablemente la venganza sigue siendo su filosofía de vida.

Me despido  deseando que el tiempo haya aliviado la eternidad de su conciencia y que finalmente haya  encontrado la paz.

Pedro López, 1º C

A Calisto

Deseo desde lo existente e inesperado que encuentres calma
sobre eso que llamas amor. Tu “esfuerzo”, loco por obsesión creó rechazo, más
en concreto ante Melibea. A veces no son las personas, son los actos que en
ello reflejan su forma de amar, tu amor no era sano y por ende hizo separarse
de ti de forma tajante, nuestros actos tienen consecuencias y a veces no
podemos corregir algunos errores que alguna vez cometimos. Sin ánimo de
ofender, aquello que todo hiciste por una mujer que a simple vista observaste y
de mala manera conseguiste tener, ella cayó ante tus redes de belleza. Pudiste
provocarle algún problema debido a la mala forma en la que te presentaste, sin
intención pero sí con obsesión. Tanto amor de forma rápida la cual aquella en
su momento rechazó, pediste ayuda a La Celestina, madre de las prostitutas,
cayendo en sus trampas a las que ya fuiste advertido desde un primer momento de
parte de tus criados, Pármeno y Sempronio. Culpa no tienes de amar y querer ser
amado pero sí de forma peligrosa atentaste tu vida debido a tu codicia de
querer tener a esa mujer. Sin preocupación alguna, cometiste errores al igual
que cualquier otro pero egoísmo fue el tuyo el que te hizo cometerlos. Calisto,
como buen hombre de la época podrías haber hecho las cosas de mejor manera
siendo valiente afrontando las consecuencias, pero sin embargo, decidiste tomar
el camino más imprudente e impulsivo pagando así con tu propia vida. Pudiste
pensar las cosas antes de hacerlas aunque te libraste al en su momento alcanzar
la gloria gracias a la muerte de la Celestina y tus criados. Secretos se fueron
a la tumba, mientras con ellos caías tú también. Errores de los que pudiste
haber aprendido pero los cuales no quisiste ver, estas son sus consecuencias y
ahora son parte de ti.

Carla Aurora Hernández Trujillo, 1º D

 

A Sempronio

No esperes que desvíe el tema en cuestión, no escribo esta carta con afán de incrustar aún más el dedo en la llaga, ni mucho menos burlarse del ridículo espectáculo cuyo protagonista eres tú.

Pese a tu indudable intelecto, la buena vida y la riqueza viene dada de una combinación entre el talento, el intelecto y la suerte. La suerte, algo que muchas personas catalogarían como magia negra y otras muchas como una gracia divina, a su vez es una combinación entre las circunstancias idóneas y todo el esfuerzo necesario para que se den esas oportunidades.

Tu mayor arma se convirtió al final en lo que sería tu perdición. El bien común podría haberte ayudado a conseguir esas circunstancias idóneas de las que mencionaba antes. No obstante, jamás esa ha sido tu forma de actuar, has evitado todo lo relacionado con el amor, pues forma parte de lo que tu dirías magia negra. Tu deseo carnal y sentimental hacia las mujeres ha producido que las desprecies, pues es algo de lo que se sale de tu control, algo inexplicable que solo puede serle atribuido la palabra “manipulación” de la que tú quieres apoderarte.

Tu alianza con Celestina iba en contra de tus principios, tanto así que buscabas cualquier descuido para formular tus palabras mágicas “solo eres una puta vieja bruja”. Pero era por un bien mayor, ¿no? Al fin y al cabo,  el que te proporcionaba la buena vida había sido maldecido por el amor. Jamás planeaste ayudar a Calisto, y cuando la oportunidad de entrar en acción se presentó, no dudaste ni por un segundo y pasaste por alto que confundiste esa “suerte” con la propia perdición de uno mismo. Todos los hilos de la red que habías construido para otros,  entrelazaron perfectamente entre sí una vez caíste dentro de ella.

Al final acabaste con la vida de La Celestina, a costa de tu propia vida. Nada de esto hubiera ocurrido si hubieras sabido el verdadero significado de la suerte y el amor. No fuiste un buen criado, no porque no hicieras bien tu trabajo, sino porque jamás fuiste un criado, fueron todos los de la obra. Y ya sabes como actúan los gobernados frente a un absolutista cruel y despiadado.

Guillén Pérez Dorta, 1º C

 


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