Por Virginia Pérez Torres (4º ESO A)
Aquí estoy en medio del altar, en esta enorme catedral repleta de familiares y amigos, mi corazón late tan fuerte y tan alto que lo escucho; bueno, es lo único que soy capaz de escuchar. Por momentos pienso que me encuentro sola en este inmenso lugar, si sola con este enorme vestido blanco de princesa con el que he soñado gran parte de mi vida, hasta el mas mínimo detalle es perfecto, pero mi mayor problema en este momento no es si estoy maravillosa o no, mi problema se llama Sergio.
Hace ocho años conocí a Sergio, un chico rebelde, travieso, sin prioridades, y no me preguntéis como termine con él. Fue maravilloso, pero el tiempo me di cuenta que era muy inmaduro para mí, muy diferente, éramos como el blanco y el negro y tras tres años de relación ambos creímos que era mejor terminar.
Me costo mucho hacerme la idea pero sabía que él iba a estar bien; por ello, decidí desaparecer un tiempo, viajar y distraerme, en uno de mis viajes conocí a Javier; en el primer momento que lo vi no me imaginé que acabaría en un altar a su lado; con el tiempo lo conocí y me di cuenta de que era todo lo que podía pedir: un hombre en mayúsculas, amable, comprometedor, atento...,en fin, todas esas cosas que una pide.
Poco a poco me di cuenta de que quería pasar el resto de mi vida con él. Después de cinco años de relación me pidió matrimonio y fue ahí donde empezó mi problema porque al pronunciar aquellas palabras en lo único que se me pasaba por la cabeza era Sergio.
Tuve seis meses para organizar mi boda y no hubo día en el que no me levantase pensando en Sergio..., y como no tenia que pasar algo. Un amigo en común le aviso sobre mi boda y este me llamo justo cinco días antes de mi boda, me dijo que me deseaba mucha suerte pero sinceramente sentía algo por mi todavía, me quedé impactada y colgué.
aquí estoy en mi boda, todo eso que cuentan en las películas de si la novia se pone nerviosa por si pasa algo, por si llueve o si uno de los padrinos se enrrolla con tu hermana, es totalmente mentira, al menos en mi caso solo podía pensar si haría bien o como alguien tan torpe como Sergio me volvía tan loca.
De repente escuché mi nombre, el cura me estaba haciendo la gran pregunta; miré a los ojos a Javier y él supo lo que quería decir, me di la vuelta y salí de allí sintiéndome la peor persona, la más rastrera del planeta. Al menos sentía que era fiel a mi conciencia o eso creo; estoy en la puerta sola, no quería verle la cara a nadie y no me di cuenta que había una excepción, Sergio, a lo lejos estaba él; debería haberme preguntado qué hacia él ahí, pero solo quería abrazarlo y lo hice.
Y fue ahí en ese preciso momento de mi vida en el que verdaderamente me sentí viva.
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