jueves, 14 de mayo de 2020

PREMIADOS EN EL CONCURSO LITERARIO "SAN BENITO, 2020"


Reunido el Departamento de Lengua castellana y Literatura del IES San Benito el 12 de mayo de 2020 deciden otorgar los siguientes premios del concurso literario:

CATEGORÍA 1º y 2º ESO

Amy Marrero Viera de 1º ESO B con el poema  “Mi ángel rojo”

CATEGORÍA DE 3º, 4º ESO y FPB

Haridian López Cabrera de 4º ESO A con el relato “Historias del mar”

CATEGORÍA BACHILLERATO

Estela López de la Paz de 1º Bachillerato B con el poema “La rosa”

En esta categoría hacemos mención especial, por su calidad literaria, a los poemas “Nueva esperanza” de Daniel González Hernández  de 1º Bachillerato A, y “ Algo dentro de mí” de Brian Pérez Pérez de 1º Bachillerato C

¡Muchas felicidades a los galardonados!



MI ÁNGEL ROJO

Mi ángel rojo baja del cielo
y cuida la tierra de mi mundo

Mi ángel rojo con su canto
el prado  nunca está moribundo

Mi ángel rojo con sus lágrimas
la tierra nunca está seca

Si al menos pudiera verlo una vez
 le diría con los brazos abiertos
 por tu memoria yo velaré

Oh, mi ángel rojo
de corazón puro y
amor hermoso

                                                                         Amy Marrero Viera 1ºB          

“Historias del mar”

Dedicada a Quico El Fuelle, cuya historia llegó hasta mí.  In memoriam. 

Aún recuerdo cuando estaba allí, con la continua brisa del mar incidiendo sobre mi rostro y amenizando el calor de un cielo despejado. Eran viajes largos: meses sobre cubierta y escasez de cosas por hacer. Buscábamos entretenimiento en conversaciones que, aunque el tema fuera banal, nosotros hacíamos interesantes, y no sabría decir si era así por nuestro empeño o por el silencioso aburrimiento que las sustituiría si no las continuábamos. Eran charlas sencillas y para nada técnicas, después de todo muchos de nosotros estábamos allí desde que habíamos dejado la escuela a los 8 años, y nos basábamos en el conocimiento dado por la rutina. Mujeres, familia, pesca: cuántos kilos se habían cogido esa vez, quiénes estaban en aquella otra, en qué mes había sido, si fue un día de buen tiempo o no...siempre discutiendo por saber qué recuerdo y qué memoria estaba más en lo cierto. 
Por eso, la emoción y la euforia eran palpables cuando, tras semanas con la única visita que unas gaviotas nos podían dar, divisábamos un nuevo barco que se encontraría con el nuestro. Exclamábamos y corríamos hasta la proa para inclinarnos amontonados sobre ella, poco importaba que el mar avisara de su peligro balanceándonos constantemente. El miedo de caernos había desaparecido hacía ya mucho. 
-¡Barco a la vista! -gritaban algunos alegres para los rezagados que no estaban enterados.
-¡Es el Ascención!
-¡No, qué va!¡Es El Salvador!
La reunión se hacía presente y la distancia entre embarcaciones era lo de menos. Intentábamos abarloarnos y nos llevábamos las manos alrededor de la boca para vociferar las noticias recientes llegadas en carta a desconocidos, amigos, hermanos y familiares. “¡Dice mamá que no te tardes en volver!”, “¡Por el norte llegamos a ver toninas!”, “¡Dile a Domingo que ya es abuelo!”. Aunque,  otras noticias siempre era difícil darlas, como la muerte de un familiar, tergiversada entre frases como “tu padre está muy grave” , pues sabíamos que de nada servía contar la realidad cuando nos encontrábamos a kilómetros de nuestras islas y el hogar. 
Era una vida complicada. Llegabas a sentirte fuera de lugar cuando, después de 3 o 9 meses, incluso un año, volvías a tu casa y veías grandes diferencias que para otros se habían vuelto normales con el pasar de los días. Como les pasaba a esos próximos padres al zarpar que cuando terminaban su travesía sostenían a su hijo llorando por el abrazo de, lo que el pequeño consideraba, un desconocido. Era extraño, como una doble vida entre el mar y tierra firme.
A pesar de ello, el momento no era menos esperado o deseado. Quizás, la ilusión residía con mayor magnitud en el intercambio, ese que nos permitía renovar nuestra diversión por las siguientes semanas. Nos hacíamos llegar alimentos, notas, cigarrillos y demás objetos lanzándolos con la esperanza de que acabasen en el otro lado. 
Confiábamos en que también recibiríamos lo que pedíamos, y no salíamos decepcionados. Pero, más concretamente, ese interés se fijaba en el intercambio que nosotros considerábamos más importante: los libros. 
Nuestra principal fuente de entretenimiento era esa después de todo. Nos acomodábamos y escuchábamos las peripecias del nuevo protagonista de la voz de nuestro narrador en completo silencio. Dominábamos el arte de la pesca, el viento y la marina, pero desconocíamos lo que comprender la letra significaba. No sabíamos leer ni escribir, y quien sí sabía era el encargado de amenizar nuestras tardes y noches con las novelas que en algún momento fueron leídas en otra tripulación. Era tal nuestro afán por conocer nuevas historias que nos recorríamos los pueblos en los que atracábamos en busca de un mercadillo.
Aunque, como en toda reunión, las preferencias y los debates no se hacían de esperar. Había hecho falta varias mesas redondas a la luz de la luna para llegar a la conclusión de que el viejo oeste era nuestra temática preferida. Nos exaltábamos y reíamos triunfantes al escuchar que el héroe forastero salía nuevamente airoso de la batalla con una clara victoria. Pero grande era nuestra decepción cuando en los trueques nos cambiaban nuestras intensas aventuras por novelas románticas carente de acción. Algunos fruncían el ceño y se cruzaban de brazos al saberse engañados. Otros, los más ancianos, se levantaban indignados y, con una mueca e insultos entre dientes, abandonaban la sesión de lectura. Era finalmente la capacidad de improvisación del narrador que convertía una dramática escena de despedida en una ardua lucha entre el enemigo y el caballeroso protagonista. 
-Pero entonces, al desviar su mirada se cruzó con el dueño de sus pesadillas. ¡El malvado Rick volvía a por venganza! - y con eso, conseguía que los más viejos volvieran a sentarse con una sonrisa satisfactoria y que la atención se mantuviese presente. 
Esos libros eran, por predecibles que fuesen sus finales, los que alegraban nuestras tardes. Éramos adultos desde temprana edad, y eso indicaba lo dura que había sido nuestra vida. Sin embargo, y ya acostumbrados a la lejanía de lo amado, nos permitíamos liberarnos de nuestras cargas y sumergirnos en las memorias de un ser ficticio. Fue ahí cuando supe de la verdadera belleza de la lectura, y prometí hacia mis adentros que en el futuro podría comprobarlo de primera mano. A día de hoy, al caminar entre los puestos del enérgico mercadillo, me detengo y observo los títulos que me llevan de vuelta a aquellos años. No lo pienso, lo cojo y lo atesoro en mis manos dispuesto a recordar entre sus páginas, ahora que, aunque tarde, puedo hacerlo por mí mismo.
En eso consistía cierta parte de nuestra historia. Rutinaria travesía en alta mar en la que se concedía soñar con volver nuevamente a donde una vez fuimos niños. Acompañados de iguales con distintos pueblos pesqueros a los que añorar y deseosos de explicarles a nuestras familias, una vez en casa, con quiénes, cuántos kilos y si hizo buen tiempo o no.

                                                                Haridian López Cabrera, 4ºA
                              ​   ​ 
LA ROSA

Escuchando el fiel susurro
 de ese viento turbulento
 recuerdo el dulce olor
 del perfume de tu cuello.

La mezcla entre el aroma
del sufrir y el deseo:
sufrir por quererte y que
 tú lo hagas más, espero.

Me sacabas las sonrisas
más bonitas de este mundo;
demasiado fría para
este pobre vagabundo.

Como rosa luminosa,
 con voz dulce, encantadora,
 clavaste la espina más larga
en lo más profundo de mi alma.

Pero hoy que vives junto a mí
voy a amarte más que ayer,
más que nunca en esta vida,
como jamás me atreví a hacer.

Lo que importa es el presente,
el futuro nos viene igual,
el pasado ya pasó:
 voy a amarte más que al mar.

Sin que la rosa se marchite,
 sin que la llama se apague,
viviremos como hoy siempre
hasta que la muerte nos separe.

Estela López de la Paz / 1º Bachillerato B

 NUEVA ESPERANZA

Imposición de una nueva situación,
situación de incertidumbre
llegó la maldad acechando a la muchedumbre,
tomando las calles como nueva posesión

Nuevo enemigo, nueva vida,
la ciudad desierta está,
tranquilidad, amiga querida,
todo a la normalidad volverá

Días de soledad,
momentos difíciles
escuchando el sonido del silencio

por la ausencia de civiles
pese a esta realidad
un futuro apacible presencio

Como primavera la esperanza germina
perfumada con una nueva ilusión,
nos insinúa con gran emoción
que pronto nuestro desvelo termina

Vidas desbordando realidad
deseando un nuevo mañana
despierta la solidaridad
desde cada área urbana

Desconocido amanecer
que traerás la calma
gozo ya de tu resplandor

nos devolverás el alma
y volveremos a florecer
sin un peligro amenazador

Daniel González Hernández. 1ºBachillerato A


ALGO DENTRO DE MÍ

Tan poco tiempo
que tengo sargento,
yo no invento
solo hablo aquello,
que para mí es bello
destruyendo lo perfecto,
dando un efecto
a  una vida en mis textos.

Me refugio en la oscuridad,
me exilio de la claridad,
por motivos de una verdad,
aquella que no avanza
en mi realidad,
ahogando la razón
y mi capacidad,
inocencia que se esfuma
con gran facilidad,
por rabia que me consume
con velocidad,
disparando a mi pecho
matando mi libertad.

Brian Pérez Pérez, 1º Bachillerato C
               

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