jueves, 19 de noviembre de 2020

LOS ZOMBIS DE NUESTROS DÍAS

Cuando escuchamos hablar del concepto zombis, la primera imagen en la que pensamos es en esa criatura de thriller anglosajón que revive en días fatídicos dispuesto a sembrar el caos. Sin embargo, su significado va más allá de esos seres come-cerebros del cine. El origen de esta palabra proviene de algunas culturas con religión vudú de África Occidental, actualmente situadas en regiones de Togo y Benín, y hace referencia a las prácticas propias de dicha religión en las que, mediante pócimas y conjuros, se elimina la voluntad de una persona, convirtiéndola en esclava de la hechicera o hechicero que la llevó a cabo.

Además de ello, existe un castigo de la cultura vudú que transforma al que lo padece en un ejemplo perfecto de la definición de zombi. Se trata de la muerte social. Cuando un integrante de estas etnias comete un crimen o acción imperdonable, el resto de ella acuerda que debe ser ignorado por todos. Es esta falta de atención y la sensación de haber sido olvidado las que, aunque de manera metafórica, lo convierten en un muerto en vida. Porque, al final y al cabo, parte de la naturaleza humana es la vida social y cuando esta es nula, la persona afectada entra en depresión y muchas veces acaba en suicidio. Esto convierte a la práctica de “muerte social” en una forma de destruir psicológica y físicamente que, a pesar de ser de manera indirecta, es igual o incluso más letal.

Al mencionar esto, parece ser una práctica lejana, utilizada por pocos y a cientos de kilómetros de nosotros. Sin embargo, esta es una idea errónea. Continuamente, llevamos a cabo acciones parecidas cuando ignoramos de manera temporal a alguien por estar molestos o, a mayor escala, permanentemente y matando definitivamente esa amistad. Sabemos que es una forma efectiva de mostrar nuestra molestia más allá de la discusión, exaltación o violencia verbal. Incluso causando mayor arrepentimiento en la otra persona, porque a diferencia de las otras acciones, incitamos a que se piense sobre el error y no solamente en un único punto de vista en un estado de ofuscación.

Junto a esto, nuestra sociedad también tiene sus propios “zombis”. A los que les inculcamos este papel de manera consciente y a ese otro grupo al que marginamos inconscientemente: la persona sin techo, quien no tiene trabajo y pide o ese alguien desaliñado sin ropas lo suficientemente ordenadas y limpias como para ser considerado “normal”. Formamos parte de una sociedad materialista que ignora o presta atención dependiendo de cuánto dinero conlleve el aspecto, evitando la mirada de las personas que no cumplan con el mínimo requerido. Mirado comparativamente, los dos escenarios de “zombificación”, el original donde surge la tradición como una forma de justicia étnica y castigo a los criminales, y el escenario actual de la sociedad contemporánea, donde las víctimas no son culpables de ninguna fechoría, sino su único “pecado” es no poder formar parte del sistema global de mercado por no tener recursos, dinero, empleo, papeles para trabajar o vivienda, como si el hecho de que no fuesen interesantes para dicho sistema se contagiase al resto de la sociedad, que tampoco les considera.

En conclusión, parecería que lejos de ser personajes de ficción, como en un principio nos veíamos inclinados a pensar, los zombis son seres absolutamente reales que conviven con nosotros cada día, y a los que podemos encontrar junto a las esquinas de los semáforos, en las colas de desempleo, retenidos en centros de refugiados, frente a los bancos de alimentos o durmiendo al cobijo de los cajeros automáticos.

 

Haridian López Cabrera, 1º Bac B



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