CONCURSO LITERARIO “SAN BENITO, 2023”
Reunido el Departamento de Lengua del IES San Benito deciden otorgar los siguientes premios del concurso literario:
CATEGORÍA 1º y 2º ESO
Elena Tabone Casal de 2º A con el
relato “El ojo de la esfera de cristal”
CATEGORÍA 3º, 4º
ESO y FPB
Chiquinquirá Martín Regalado de 4º C con el poema “La soledad de un ciego”
CATEGORÍA BACHILLERATO
Paula Wasaldúa
Pérez de 1º D con el poema “La danza sacra”
Se hace una mención especial a los siguientes trabajos dada su calidad literaria:
El cuento “El niño que quería ser músico” de Hugo Ramos González de 1º ESO C
El
poema “Vacía” de Yanira Sánchez Torres de 1º Bachillerato B
TEXTOS
PREMIADOS
El
ojo de la esfera de cristal
Un día como todos, en un pueblo pequeño alejado de grandes ciudades, Alba iba de camino al colegio, pero algo llamó su atención a mitad de camino. A su derecha, en una especie de callejón un tanto oscuro, se hallaba un jarrón de aspecto antiguo, que parecía haber estado allí por mucho tiempo, estaba enterrado en el suelo por la mitad. Alba no dudó en desenterrarlo, lo cogió y lo guardó en su mochila, pensando en abrirlo al llegar a casa.
Después de unas
horas de colegio, Alba vuelve de las clases con el jarrón toda ilusionada por
ver lo que habrá dentro de este. Quitó la tapa y sacó lo que parecía una esfera
envuelta con una tela muy desgastada y al desenvolver este objeto misterioso,
se encontró una esfera de cristal con un ojo incrustado en esta. En cuanto Alba
miró atentamente al misterioso ojo, cayó al suelo dormida, sus ojos quedaron
cerrados por completo. Al despertar, ante ella se encontraba un lugar muy
amplio lleno de árboles, era de noche, estaba desolado. Al alzar la vista, vio
la luna, pero era una luna un tanto inusual, era la misma esfera de cristal que
había encontrado pero con unas dimensiones enormes. Brillaba mucho. Alba estaba
aterrorizada, impactada, confusa…
En ese momento no
sabía cómo actuar, empezó a correr a ver si veía algo, pero lo único que había
era una casa pequeña en el horizonte. Al ir de camino a la casa, vio una sombra
moverse por los árboles, se quedó extrañada, porque en todo el tiempo que
llevaba allí no había visto ninguna persona ni un ser vivo en aquel lugar, pero
no le dio importancia. Alba entró en la casa -¿Hola?- preguntó, pero no hubo
respuesta-. Entonces decidió inspeccionar la casa a ver si encontraba algo que
la ayude a salir de aquel lugar. Buscó en cajones, armarios, e incluso detrás
de cuadros que todos tenían el mismo dibujo de ese ojo espeluznante, pero no
encontró nada.
No obstante, al
estar desesperada por salir de aquel lugar, dio una fuerte pisada de rabia
contra el suelo del salón, cubierto por una extensa alfombra persa, sonó un
ruido hueco, como si el suelo estuviese hueco. Quitó la alfombra y había una
tapa que al extraerla, llevaba a un pasillo repleto de luces deslumbrantes.
Al final del
pasillo, había una puerta, así que ella fue corriendo hacia ella con esperanza
de salir de ese mundo. La abrió. A Alba se le volvieron a cerrar los ojos… Al
despertar se encontraba en su habitación, confusa.
Nada más haber
regresado a “su mundo” cogió la esfera y sin mirarla, la envolvió en cinta
adhesiva y la colocó en el jarrón para no volver a ese extraño mundo.
Al cabo de una
semana, Ana, la hermana de Alba, entró en la habitación de su hermana mientras
estaba fuera de casa para buscar unos lápices que le había dejado, pero esta
vio el jarrón, expuesto en la mesa dándole una ráfaga de luz que hacía que la
niña tuviese más ganas de abrirlo. Con cautela, se dirigió al jarrón, lo cogió
y se sentó en el suelo para abrirlo. Destapó el jarrón, sacó cuidadosamente la
esfera de cristal y despegó la cinta adhesiva que lo envolvía, mostrando así el
ojo. Ana desapareció de la habitación.
Alba volvió a casa
y al entrar en su habitación se le heló la sangre, el ojo estaba fuera del
jarrón sin la cinta rodeándolo. Rápidamente, lo cogió y lo colocó en el jarrón,
como si no hubiese pasado nada. A la hora de la cena, estaban todos reunidos en
la mesa menos Ana. Como era tarde y esta no aparecía, los padres se pusieron
histéricos y llamaron a la policía para que la buscase, y mientras tanto, Alba
se preguntaba si lo que se encontró en la habitación lo había hecho su hermana.
Así que corrió a su habitación, desenvolvió y miró una vez más aterrorizada
aquel ojo para ir a buscar a su hermana.
De nuevo, dentro
de aquel espeluznante lugar, la noche era más oscura que la anterior, y
gritando, llamó a su hermana por todo el lugar pero no hubo respuesta.
Sin pensarlo,
entró en la casa y lo primero en lo que se fijó fue que la casa no era como
antes, las paredes, pintadas de un color más oscuro, los cuadros tenían los
dibujos de aquel ojo, pero estaban cerrados y en el salón, en vez de estar esa
bonita alfombra persa, había una gran capa de suciedad cubriendo el suelo.
Busco por todos sitios, en el baño, la cocina, pero no la encontró.
Al lado suyo pasó
un viento fuerte en forma de sombra, igual que la que se encontró en el bosque
cuando llegó por primera vez, pero esta se dirigió a la habitación subterránea
del salón, donde anteriormente estaba la alfombra. Alba se abalanzó sobre la
suciedad, apartándola para poder pasar por esta.
Al llegar al
pasillo, todas las luces que había estaban apagadas, excepto una, la del
centro, que claramente indicaba que no estaba sola. Bajo esta luz, se hallaba
una criatura totalmente oscura, de una altura exagerada, con unas extremidades
largas con garras afiladas y en medio de esa cabeza pequeña, un ojo idéntico al
que tenía la esfera. Alba quedó aterrorizada.
La luz que
enfocaba a la criatura se apagó durante unos instantes, y volvió a encenderse,
la criatura se encontraba delante de ella, mirándola fijamente, este dio un
silbo espeluznante. Se apagó la luz de nuevo y se encendieron todas las de la
sala, dando a ver a su hermana, pero estaba inconsciente en el suelo.
Al ir a por su
hermana, esta despertó y se dieron un fuerte abrazo. De la mano, caminaron
hacia la puerta, la abrieron y por fin, llegaron de vuelta a la habitación. Sin
mirar, metieron la esfera de cristal en el jarrón y lo enterraron justo donde
lo había encontrado.
Alba y Ana nunca le contaron a nadie lo que
había sucedido y nunca más volvieron a ver el ojo de la esfera de cristal.
Elena
Tabone Casal, 2º ESO A
LA
SOLEDAD DE UN CIEGO
Con
su diente de oro,
presumía
de logro,
pero
aún así llorando gotas de sangre
y
una humilde esperanza,
sabiendo
lo que le espera
cuando
recorra la vereda
de
aquel precioso puerto.
Sabe
que él sobra,
que
sobran sus palabras que quiere creer,
que
quiere entender
el
marinero que lo ve,
sin
un alma, sin un porqué,
no
creyendo lo que creen de él,
sino
lo que piensa que es.
Aunque,
silencioso y con la cabeza abajo
pensando
en los momentos que perdió,
cuando
creía que le hacían daño
pero
en realidad no
cuando
creía que lo era todo,
pero
al final se marchó
ahí
comprendió que realmente
no
creció y que su ego lo cegó.
Chiquinquirá
Martín Regalado 4ºC
LA DANZA SACRA
Palabras que resuenan en mis
pensamientos
“Baila, baila, baila como el
viento”;
En un dulce vaivén de un tal vez
con movimientos firmes sobre el suelo de mi ayer
Figura endeble, alma cansada
Cortando mis pies sangrantes de
puñaladas
“Sigue, sigue y vuelve a seguir”.
-Dicta la voz
“Detente, duele, duele”. -Suplica la razón
La música se endurece
y el ambiente oscurece
Etéreo sentimiento
de un cuento con final de lamento
Ellos murmuran, lo percibo
Mi mente vaga mas el punto es fijo
Anhelo encontrar con mis pisadas una
puerta,
puerta cuya existencia es indudable
llenas páginas sempiternas mas todas
ellas sin respuesta
debido a la falta de veracidad de
los testimonios mortales
“Gira, gira, hermosa muñequita,
haciéndome amo de cada una de tus
manías”
“Siente el ruido prometer salida
y la brisa del aire que desprende
despedida”
Mis manos tiemblan, mis pies
tambalean
Los párpados se cierran y la efímera
melodía cesa
Es el fin del espectáculo
Y “¡Gran obra!”. -Alaba el público
con aplausos
Paula Wasalúa Pérez
1º Bachillerato D
El niño que quería ser músico
Juan Manuel Clarus, o como lo llamaban sus amigos
Juanma, era un niño de tan solo doce años. Él era alto y delgado, tenía pelo
rubio y ondulado, además de grandes ojos de color azul verdoso y una pequeña
nariz redonda y con pecas. En lo que a su personalidad respecta era creativo y
muy ingenioso. Vivía en la isla Ignore, en un pequeño pueblo, conocido como
Auferet. Su aldea era pintoresca y con pocos habitantes, por lo que todos se
conocían. La mayoría de los pueblerinos, prácticamente todos, eran músicos por
afición, hasta la reina, Cithara, tocaba la guitarra muy bien.
El niño, al igual que todos los residentes del
poblado, quería ser músico, pero había un gran problema, el era exageradamente
malo tocando la guitarra, el instrumento más popular de la ínsula en la que
residía, aparte de la flauta, que la tocaba peor todavía, sí eso era posible.
Cada vez que intentaba hacer música con sus instrumentos todos los pájaros y
demás animales que se encontraban por la zona salían pitando, para que sus
delicados oídos no sufrieran daño.
Su profesor de clases particulares de música le
decía -¿acaso quieres ser músico señorito Clarus? Porque no lo parece.- Y
continuamente él se preguntaba a si mismo ¿cómo iba a conseguir convertirse en
músico tocando tan mal? Él mismo lo sabía, era pésimo con la guitarra.
Cada día su instructor le regañaba severamente y el
sabiendo que tenía razón, se iba al frondoso bosque que estaba al lado de su
localidad, se sentaba en el tronco de un roble que se había caído hace años y
se ponía a llorar desconsoladamente, hasta que se daba cuenta de que era muy
tarde y volvía corriendo a su casa.
Al igual que todos los días anteriores después de la
clase de música, Juanma se fue tristemente a la arboleda. Al cabo de un largo
rato apareció un hermoso búho de plumas doradas y enormes alas, aparte de unos
ojos de color ámbar y garras afiladas. Esta imponente ave al darse cuenta de la
presencia del adolescente le dijo:
-¿Por qué lloras Juan Manuel? Vas a inundar este
bosque con tanto llanto- añadió sarcásticamente intentando alegrarle el humor.
-Es que…- empezó a decir el jovencito
-Es que no se dice Juanma. Piensa, de verdad eres
tan malo con los instrumentos- le interrogó el ave rapaz.
-¿Cómo lo sabes? -Preguntó el niño sorprendido de
tantos aciertos por parte de su astuto interrogador.
-Te he estado
observando todo este tiempo-Aseguró el águila
-¡Sí, soy muy malo con la guitarra! -asintió por fin
el joven- Me lo dicen todos constantemente.
-Pues entonces tienes que probar otro instrumento
que te sea más sencillo de manejar a ti.
-¿Cuál? La flauta no puede ser y el piano tiene
muchas teclas- añadió Juanma tristemente
-Que tal un xilófono, es menos complicado que el
órgano y el piano -sugirió el animal, que se arrepintió al escuchar el molesto
sonido cuando Juanma lo intentó- Entonces podríamos probar con un violonchelo,
no, demasiado grande -se contrarió- Creo que te conviene más un violín.
Cuando el joven adolescente comenzó a tocar el
pequeño instrumento, todos los animales huyeron lo más rápido que pudieron -No-
le aconsejó poco después el bello búho- Y que tal un tambor
-Tampoco- dijo Juanma cuando golpeó este
instrumento- Y si probáramos un arpa.
¡Pruébala!- recomendó el ave.
El chico empezó a tocar el magnífico arpa e
inmediatamente el triste bosque se llenó de alegría, los ciervos se pusieron a
danzar, las aves a cantar como la melodía que se oye cuando suena una flauta en
buenas manos.
¡Perfecto, magnífico! -exclamo el águila- La mejor
música que he escuchado en mi vida.
Poco después Juanma salió del bosque con una sonrisa
de oreja a oreja era el mejor músico con el arpa. Se lo contó a sus padres y se
quedaron emocionados al oír tan bella música, e igual paso con su profesor, el
cual se puso a alardear de ser el maestro de aquel magnífico músico. Años
después se construyeron escuelas y esta ciudad que en un principio era pobre se
hizo rica y famosa, gracias a Juanma, y al águila que le enseño que nunca hay
que perder la esperanza.
Hugo Ramos, 1º ESO C
VACÍA
Siento
que mis propios sentimientos
se
encuentran rotos.
Siento
que perdí la capacidad de sentir,
perdí
la capacidad de percibir,
perdí
la capacidad de distinguir;
cuando
la felicidad es felicidad,
cuando
la tristeza es tristeza,
cuando
un sentimiento es un sentimiento.
Siento
que mis sentimientos
están
rotos,
porque
ya no sé,
no
puedo saber,
lo
que se siente sentir.
Yanira
Sánchez Torres 1º Bachillerato B
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