jueves, 4 de mayo de 2023

CONCURSO LITERARIO. TEXTOS PREMIADOS

 

CONCURSO LITERARIO “SAN BENITO, 2023”

Reunido el Departamento de Lengua del IES San Benito deciden otorgar los siguientes premios del concurso literario:

CATEGORÍA 1º y 2º ESO

Elena Tabone Casal de 2º A con el relato El ojo de la esfera de cristal” 



CATEGORÍA 3º, 4º ESO y FPB 

Chiquinquirá Martín Regalado de 4º C con el poema “La soledad de un ciego”



CATEGORÍA BACHILLERATO

Paula Wasaldúa Pérez  de 1º D con el poema “La danza sacra”

 


Se hace una mención especial a los siguientes trabajos dada su calidad literaria:

El cuento “El niño que quería ser músico” de Hugo Ramos González de 1º ESO C

El poema “Vacía” de Yanira Sánchez Torres de 1º Bachillerato B

 

TEXTOS PREMIADOS 

El ojo de la esfera de cristal 

 Un día como todos, en un pueblo pequeño alejado de grandes ciudades, Alba iba de camino al colegio, pero algo llamó su atención a mitad de camino. A su derecha, en una especie de callejón un tanto oscuro, se hallaba un jarrón de aspecto antiguo, que parecía haber estado allí por mucho tiempo, estaba enterrado en el suelo por la mitad. Alba no dudó en desenterrarlo, lo cogió y lo guardó en su mochila, pensando en abrirlo al llegar a casa.

Después de unas horas de colegio, Alba vuelve de las clases con el jarrón toda ilusionada por ver lo que habrá dentro de este. Quitó la tapa y sacó lo que parecía una esfera envuelta con una tela muy desgastada y al desenvolver este objeto misterioso, se encontró una esfera de cristal con un ojo incrustado en esta. En cuanto Alba miró atentamente al misterioso ojo, cayó al suelo dormida, sus ojos quedaron cerrados por completo. Al despertar, ante ella se encontraba un lugar muy amplio lleno de árboles, era de noche, estaba desolado. Al alzar la vista, vio la luna, pero era una luna un tanto inusual, era la misma esfera de cristal que había encontrado pero con unas dimensiones enormes. Brillaba mucho. Alba estaba aterrorizada, impactada, confusa…

En ese momento no sabía cómo actuar, empezó a correr a ver si veía algo, pero lo único que había era una casa pequeña en el horizonte. Al ir de camino a la casa, vio una sombra moverse por los árboles, se quedó extrañada, porque en todo el tiempo que llevaba allí no había visto ninguna persona ni un ser vivo en aquel lugar, pero no le dio importancia. Alba entró en la casa -¿Hola?- preguntó, pero no hubo respuesta-. Entonces decidió inspeccionar la casa a ver si encontraba algo que la ayude a salir de aquel lugar. Buscó en cajones, armarios, e incluso detrás de cuadros que todos tenían el mismo dibujo de ese ojo espeluznante, pero no encontró nada.

No obstante, al estar desesperada por salir de aquel lugar, dio una fuerte pisada de rabia contra el suelo del salón, cubierto por una extensa alfombra persa, sonó un ruido hueco, como si el suelo estuviese hueco. Quitó la alfombra y había una tapa que al extraerla, llevaba a un pasillo repleto de luces deslumbrantes.

Al final del pasillo, había una puerta, así que ella fue corriendo hacia ella con esperanza de salir de ese mundo. La abrió. A Alba se le volvieron a cerrar los ojos… Al despertar se encontraba en su habitación, confusa.

Nada más haber regresado a “su mundo” cogió la esfera y sin mirarla, la envolvió en cinta adhesiva y la colocó en el jarrón para no volver a ese extraño mundo.

Al cabo de una semana, Ana, la hermana de Alba, entró en la habitación de su hermana mientras estaba fuera de casa para buscar unos lápices que le había dejado, pero esta vio el jarrón, expuesto en la mesa dándole una ráfaga de luz que hacía que la niña tuviese más ganas de abrirlo. Con cautela, se dirigió al jarrón, lo cogió y se sentó en el suelo para abrirlo. Destapó el jarrón, sacó cuidadosamente la esfera de cristal y despegó la cinta adhesiva que lo envolvía, mostrando así el ojo. Ana desapareció de la habitación.

Alba volvió a casa y al entrar en su habitación se le heló la sangre, el ojo estaba fuera del jarrón sin la cinta rodeándolo. Rápidamente, lo cogió y lo colocó en el jarrón, como si no hubiese pasado nada. A la hora de la cena, estaban todos reunidos en la mesa menos Ana. Como era tarde y esta no aparecía, los padres se pusieron histéricos y llamaron a la policía para que la buscase, y mientras tanto, Alba se preguntaba si lo que se encontró en la habitación lo había hecho su hermana. Así que corrió a su habitación, desenvolvió y miró una vez más aterrorizada aquel ojo para ir a buscar a su hermana.

De nuevo, dentro de aquel espeluznante lugar, la noche era más oscura que la anterior, y gritando, llamó a su hermana por todo el lugar pero no hubo respuesta.

Sin pensarlo, entró en la casa y lo primero en lo que se fijó fue que la casa no era como antes, las paredes, pintadas de un color más oscuro, los cuadros tenían los dibujos de aquel ojo, pero estaban cerrados y en el salón, en vez de estar esa bonita alfombra persa, había una gran capa de suciedad cubriendo el suelo. Busco por todos sitios, en el baño, la cocina, pero no la encontró.

Al lado suyo pasó un viento fuerte en forma de sombra, igual que la que se encontró en el bosque cuando llegó por primera vez, pero esta se dirigió a la habitación subterránea del salón, donde anteriormente estaba la alfombra. Alba se abalanzó sobre la suciedad, apartándola para poder pasar por esta.

Al llegar al pasillo, todas las luces que había estaban apagadas, excepto una, la del centro, que claramente indicaba que no estaba sola. Bajo esta luz, se hallaba una criatura totalmente oscura, de una altura exagerada, con unas extremidades largas con garras afiladas y en medio de esa cabeza pequeña, un ojo idéntico al que tenía la esfera. Alba quedó aterrorizada.

La luz que enfocaba a la criatura se apagó durante unos instantes, y volvió a encenderse, la criatura se encontraba delante de ella, mirándola fijamente, este dio un silbo espeluznante. Se apagó la luz de nuevo y se encendieron todas las de la sala, dando a ver a su hermana, pero estaba inconsciente en el suelo.

Al ir a por su hermana, esta despertó y se dieron un fuerte abrazo. De la mano, caminaron hacia la puerta, la abrieron y por fin, llegaron de vuelta a la habitación. Sin mirar, metieron la esfera de cristal en el jarrón y lo enterraron justo donde lo había encontrado.

 Alba y Ana nunca le contaron a nadie lo que había sucedido y nunca más volvieron a ver el ojo de la esfera de cristal.

Elena Tabone Casal, 2º ESO A


LA SOLEDAD DE UN CIEGO

Con su diente de oro,

presumía de logro,

pero aún así llorando gotas de sangre

y una humilde esperanza,

sabiendo lo que le espera

cuando recorra la vereda

de aquel precioso puerto.

Sabe que él sobra,

que sobran sus palabras que quiere creer,

que quiere entender

el marinero que lo ve,

sin un alma, sin un porqué,

no creyendo lo que creen de él,

sino lo que piensa que es.

Aunque, silencioso y con la cabeza abajo

pensando en los momentos que perdió,

cuando creía que le hacían daño

pero en realidad no

cuando creía que lo era todo,

pero al final se marchó

ahí comprendió que realmente

no creció y que su ego lo cegó.

Chiquinquirá Martín Regalado 4ºC


LA DANZA SACRA

Palabras que resuenan en mis pensamientos

“Baila, baila, baila como el viento”;

En un dulce vaivén de un tal vez

con movimientos firmes sobre el suelo de mi ayer


Figura endeble, alma cansada

Cortando mis pies sangrantes de puñaladas

“Sigue, sigue y vuelve a seguir”. -Dicta la voz

“Detente, duele, duele”. -Suplica la razón

 

La música se endurece

y el ambiente oscurece

Etéreo sentimiento

de un cuento con final de lamento

 

Ellos murmuran, lo percibo

Mi mente vaga mas el punto es fijo

Anhelo encontrar con mis pisadas una puerta,

puerta cuya existencia es indudable

llenas páginas sempiternas mas todas ellas sin respuesta

debido a la falta de veracidad de los testimonios mortales

 

“Gira, gira, hermosa muñequita,

haciéndome amo de cada una de tus manías”

“Siente el ruido prometer salida

y la brisa del aire que desprende despedida”

 

Mis manos tiemblan, mis pies tambalean

Los párpados se cierran y la efímera melodía cesa

 

Es el fin del espectáculo

Y “¡Gran obra!”. -Alaba el público con aplausos

 

 

Paula Wasalúa Pérez

1º Bachillerato D

  

El niño que quería ser músico

Juan Manuel Clarus, o como lo llamaban sus amigos Juanma, era un niño de tan solo doce años. Él era alto y delgado, tenía pelo rubio y ondulado, además de grandes ojos de color azul verdoso y una pequeña nariz redonda y con pecas. En lo que a su personalidad respecta era creativo y muy ingenioso. Vivía en la isla Ignore, en un pequeño pueblo, conocido como Auferet. Su aldea era pintoresca y con pocos habitantes, por lo que todos se conocían. La mayoría de los pueblerinos, prácticamente todos, eran músicos por afición, hasta la reina, Cithara, tocaba la guitarra muy bien.

El niño, al igual que todos los residentes del poblado, quería ser músico, pero había un gran problema, el era exageradamente malo tocando la guitarra, el instrumento más popular de la ínsula en la que residía, aparte de la flauta, que la tocaba peor todavía, sí eso era posible. Cada vez que intentaba hacer música con sus instrumentos todos los pájaros y demás animales que se encontraban por la zona salían pitando, para que sus delicados oídos no sufrieran daño.

Su profesor de clases particulares de música le decía -¿acaso quieres ser músico señorito Clarus? Porque no lo parece.- Y continuamente él se preguntaba a si mismo ¿cómo iba a conseguir convertirse en músico tocando tan mal? Él mismo lo sabía, era pésimo con la guitarra.

Cada día su instructor le regañaba severamente y el sabiendo que tenía razón, se iba al frondoso bosque que estaba al lado de su localidad, se sentaba en el tronco de un roble que se había caído hace años y se ponía a llorar desconsoladamente, hasta que se daba cuenta de que era muy tarde y volvía corriendo a su casa.

Al igual que todos los días anteriores después de la clase de música, Juanma se fue tristemente a la arboleda. Al cabo de un largo rato apareció un hermoso búho de plumas doradas y enormes alas, aparte de unos ojos de color ámbar y garras afiladas. Esta imponente ave al darse cuenta de la presencia del adolescente le dijo:

-¿Por qué lloras Juan Manuel? Vas a inundar este bosque con tanto llanto- añadió sarcásticamente intentando alegrarle el humor.

-Es que…- empezó a decir el jovencito

-Es que no se dice Juanma. Piensa, de verdad eres tan malo con los instrumentos- le interrogó el ave rapaz.

-¿Cómo lo sabes? -Preguntó el niño sorprendido de tantos aciertos por parte de su astuto interrogador.

 -Te he estado observando todo este tiempo-Aseguró el águila

-¡Sí, soy muy malo con la guitarra! -asintió por fin el joven- Me lo dicen todos constantemente.

-Pues entonces tienes que probar otro instrumento que te sea más sencillo de manejar a ti.

-¿Cuál? La flauta no puede ser y el piano tiene muchas teclas- añadió Juanma tristemente

-Que tal un xilófono, es menos complicado que el órgano y el piano -sugirió el animal, que se arrepintió al escuchar el molesto sonido cuando Juanma lo intentó- Entonces podríamos probar con un violonchelo, no, demasiado grande -se contrarió- Creo que te conviene más un violín.

Cuando el joven adolescente comenzó a tocar el pequeño instrumento, todos los animales huyeron lo más rápido que pudieron -No- le aconsejó poco después el bello búho- Y que tal un tambor

-Tampoco- dijo Juanma cuando golpeó este instrumento- Y si probáramos un arpa.

¡Pruébala!- recomendó el ave.

El chico empezó a tocar el magnífico arpa e inmediatamente el triste bosque se llenó de alegría, los ciervos se pusieron a danzar, las aves a cantar como la melodía que se oye cuando suena una flauta en buenas manos.

¡Perfecto, magnífico! -exclamo el águila- La mejor música que he escuchado en mi vida.

Poco después Juanma salió del bosque con una sonrisa de oreja a oreja era el mejor músico con el arpa. Se lo contó a sus padres y se quedaron emocionados al oír tan bella música, e igual paso con su profesor, el cual se puso a alardear de ser el maestro de aquel magnífico músico. Años después se construyeron escuelas y esta ciudad que en un principio era pobre se hizo rica y famosa, gracias a Juanma, y al águila que le enseño que nunca hay que perder la esperanza.

Hugo Ramos, 1º ESO C

VACÍA

Siento que mis propios sentimientos

se encuentran rotos.

Siento que perdí la capacidad de sentir,

perdí la capacidad de percibir,

perdí la capacidad de distinguir;

cuando la felicidad es felicidad,

cuando la tristeza es tristeza,

cuando un sentimiento es un sentimiento.

Siento que mis sentimientos

están rotos,

porque ya no sé,

no puedo saber,

lo que se siente sentir.

Yanira Sánchez Torres 1º Bachillerato B

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