A Celestina
Querida Celestina
Agradezco mucho que hayas elegido servir como intermediaria entre Calisto y Melibea. Pero no creo que debieras haber actuado así con Pármeno y Sempronio. Aunque te has convertido en el personaje clave de la obra, no puedo evitar el sentimiento de decepción que siento al analizar tu comportamiento. Has usado tus trampas y mentiras para manipular a los personajes y aprovecharte de sus sentimientos. Y lo peor de todo es que, a pesar de todo el mal que has hecho, sigues negando tus acciones y actuando como si no hubieras hecho nada malo. Esto no es aceptable. Debes tomar responsabilidad por tus actos y entender que tus acciones tienen consecuencias. Tu carácter, aunque fuerte y decidido, está lejos de ser el de una persona respetable. Regalas tu cuerpo y alma como si fueran objetos, e intentas manipular a tus clientes para conseguir los resultados que deseas. A veces tu forma de actuar era muy egoísta pero a la vez astuta, ya que a Calisto no le pedías simple dinero, sino que pedías algo que supieras que no podrías compartir con Pármeno y Sempronio, esas ideas no salen de un plan poco trabajado, por ello tienes parte de reconocimiento, debido a esa genialidad y astucia con la que cuentas.
Sin embargo, me complace ver que, a pesar de tu carácter dudoso, la obra finalmente concluyó de una manera feliz. Aunque Calisto y Melibea pasaron por muchos problemas, al final se encontraron y tuvieron la oportunidad de ser felices, hasta que llegó su hora.
Espero que tomes en serio esta carta y pienses en cómo puedes cambiar tu comportamiento. Estoy seguro de que un pequeño cambio puede hacer una gran diferencia. Te animo a que muestres más respeto y apoyo a todos los miembros de tu entorno para crear un ambiente más amigable.
Ayoze Pérez Felipe, 1º C
A
Calisto
Querido Calisto, no sé si
te acuerdas de mí, soy la hermanastra lejana de Melibea. Te escribo con el fin
de aconsejarte antes de que continues con tu “historia de amor” con mi hermana,
ya que al fin y al cabo tú y yo nos conocemos desde que éramos unos críos y te
tengo bastante aprecio.
No quiero que te tomes a
mal lo que te voy a decir, yo ya me supongo que tenemos la confianza como para
hablar con claridad sin necesidad de esconder nada. Desde hace unos días me
enteré de que por casualidades de la vida te encontraste con mi hermanastra en
nuestro jardín y según la viste te enamoraste perdidamente de ella. A tal punto
que me dijeron que tu religión es ella.
Fue tal la impresión que
te llevaste de ella que te le declaraste en ese instante siendo obviamente
rechazado por ella. Según me dijeron, no podías soportar la idea que ella no te
quisiera y decidiste llamar a la Celestina.
Y es de esta decisión de
la que te quiero advertir, si es verdad que los trabajos realizados por esta
señora son muy efectivos, pero la Celestina es una persona muy avariciosa y si
ella puede sacarte más provecho del necesario lo hará.
Es por esto que debo
decirte que no debes actuar como una persona imprudente e impulsiva como haces
siempre que se te antoja algo, piensa muy bien lo que le pides a la Celestina y
si realmente es algo que no puedes llegar a conseguir mediante tus propios
medios. En mi opinión deberías de no volver a contactar con la Celestina e
intentar dedicarle más tiempo a hablar y estar con Melibea, si te molestases en
conocerla un poco te aseguro que en unos días la tendrías a tus pies, sin
necesidad de llevar a cabo grandes riesgos con el contrato que tengas con la
Celestina.
Irene
Guerra Suárez, 1ºD
A
Celestina
Celestina, alcahueta, bruja, puta o madre para muchos, como
quieras que te llames, permíteme interrumpir en tu pequeña celda, permíteme
privarse de tu tranquilidad si es que puedes obtenerla después cometer tales
actos, permíteme importunar tan solo uno momento, para así comprender cómo es
que tan vieja pero sabia hechicera acabó muerta por su avaricia y egoísmo. Como
pudiste hacer creer a Calisto que tu intención era ayudar cuando todos sabemos
que el beneficio propio es lo que buscabas. Suerte fue la tuya cuando el iluso
de él no tuvo en cuenta las advertencias por parte de sus sirvientes Sempronio
y Pármeno hacia tu persona y cegado por el profundo amor que profesaba hacia la
hermosa Melibea accedió a tu ayuda. Estaba dispuesto a pagar lo que fuera por
el afecto de su amada ¡que fácil fue para ti manipularlo en ese estado, no
podías desaprovechar esa gran oportunidad! Fue así como conseguiste tu primera
victoria ¿pero no fue suficiente, verdad? Tu codicia se apoderó de ti y como la
traidora que eres engañaste a tus dos supuestos aliados. Sabías ingeniártelas
bien, siempre con la excusa de ser una pobre anciana inocente, por lo que
acabaste llevándote todas las ganancias gracias a tu ingenio y audacia. Pero
ingenua de ti, pensabas que eras la única que rebosaba de avaricia así que
acabaste cayendo en tu propio juego ¿Por qué te dejaste llevar por la codicia?
¿Por qué no compartes las ganancias? Tal vez todo hubiera sido diferente con un
final no tan trágico, pero no fue así. No te culpo, todos nos dejamos llevar
alguna vez por nuestras ambiciones, sean correctas o no. Al no tener dinero,
para sobrevivir tuviste que convertirte en una persona interesada con el
objetivo de un beneficio económico, calculando así todos las movimientos y
dejando a un lado la moral para protegerte a ti misma. Pero a veces cuando
hacemos todo lo posible no basta y te acabas hundiendo.
Martina Machín Fernández, 1º D
A
Calisto
Estimado Calisto:
He
decidido escribirte esta carta aunque me ha llevado tiempo pensar, porque no
quería llegar a molestarte. Me pareces una persona muy valiente, decidida… pero
también fuiste muy impulsivo con Melibea. Esa mujer de buena familia, no fue
fácil de conquistar, pero tú vehemente lo intentaste hasta conseguirlo incluso
arriesgando tu vida.
De
lo poco que sé sobre esta historia de amor, sé que gran parte de ella es
gracias a Celestina, bajo tu insistencia ella te ayudó a conquistarla, pero con
los tres pagos que les hiciste, provocaste que se enfadaran tus
criados y ella, llegando a matarse. El resultado de esto fue que todo el mundo
hablase mal de ti.
Ahora
te voy a decir una cosa que siempre todo el mundo se lo salta y no le da
importancia pero yo creo que deberías de saberlo, y es que Melibea solo fue por
un conjuro y no sé si en este entonces estarías con ella si no hubiesen muerto,
pero lo dudo porque el tipo de conjuro que Celestina le dijo a Melibea en el
acto tercero, no es de larga duración.
Por
último, me gustaría decirte que tu relación con tus
criados me encanta ya que tenían una confianza mutua muy admirable. Pármeno
desde mi punto de vista te aconseja muy bien y Sempronio un buen compañero de
aventuras.
Hasta
aquí lo que quería decirte y cabe destacar que aunque tu personalidad es de
persona testaruda, yo noté que eres una persona muy sentimental y que te
enamoras muy fuerte de las personas a primera vista.
Espero que
tu muerte haya sido indolora tanto para ti como para tus seres queridos,
también espero que estes descansando en paz.
Davinia Pérez López 1º D
A
Melibea
Querida Melibea, posees una belleza e inocencia claramente
distintiva frente a la de muchas otras mujeres, el furor aún recorre mi cuerpo
al recordar que tu débil contención no fue suficiente ante un hombre cegado por
sus propios deseos.
Para mí eres tan admirable como misteriosa, me asombra como
un simple gesto, una simple mirada o un simple caminar fueron suficientes para
embelesar a Calisto con tus encantos, cada día me siento más intrigada por el
poder del cuerpo femenino y de lo que somos capaces de hacer con él. Pero ahora
te pregunto Melibea, ¿cómo fuiste capaz de llegar a tal extremo con la evidente
superioridad que muestras? Pues en mi opinión a veces el deseo arrastra hasta a
los más prudentes por el camino equivocado, aniquilando por completo el sentido
de la razón del que muchas veces dependemos. Pero tampoco quiero darle a mi
criterio más importancia de la que tiene, pues no es mi intención manipular la
historia que nadie mejor que tú puede contar. Es triste como tus intenciones no
fueron escuchadas a costa de las de otros, pues no obtuviste el respeto que
merecías desde el primer momento, por no hablar de la imprudencia que mostraron
tus propios padres al no ser capaces de protegerte de dicha codicia, muchas
veces estamos pendientes de problemas externos cuando en realidad si miramos a
nuestro alrededor encontraremos más de los que desearíamos tener.
Tras analizarlo detenidamente y darme cuenta de que tu
destino fue amañado como si de un juego se tratase, supuse que tú tenías tu
propia ideología sobre el amor verdadero, y aunque tú no decidiste ese
emparejamiento, te viste envuelta en un notable alboroto que te mostraba con
anterioridad lo que sucedía a tu alrededor, ¿por qué no luchaste más por la
libertad de amar a quién realmente estimases?
Siempre me quedé con ganas de escuchar tu versión de la
historia con respecto a lo que sentías realmente por Calisto y si fue tan
malicioso como nos hicieron creer. Tú no estabas condenada a ser desdichada,
tampoco tu agraciada belleza fue lo que te volvió desgraciada, no te creas todo
lo que escuchas por ahí, pues las malas lenguas siempre hablarán, tanto que a
veces te pueden cobrar la vida…
Ainhoa Reyes Rodríguez, 1º D
A Alisa
Te escribo para expresarte mi profundo pesar por la
muerte de tu querida hija Melibea. Comparto tu dolor, y entiendo que no hay
mayor sufrimiento para una madre que la pérdida de su hija. También comprendo
que una parte de ti debe sentirse culpable por lo sucedido. Tras leer la obra,
no he podido dejar de pensar en qué hubiera pasado si no hubieses permitido a
Celestina la entrada en tu casa. El final de tu hija podría haber sido muy
distinto, aunque también es cierto que estas palabras solo dan cabida a las
especulaciones. Por otro lado, la reputación de Celestina no era un secreto
para nadie, cuyos asuntos eran conocidos por todos y despreciados por muchos.
Tanto es así, que incluso Lucrecia tuvo reparos en nombrarla, movida, imagino,
por el descontento que su solo nombre le producía. Debiste de haber hecho caso
a las alarmas, pues tu misma afirmaste que ella era “una buena pieza”, sin
embargo la dejaste a solas con tu hija, y es bien sabido en qué resultó esta
decisión. Por supuesto, mi cometido con esta misiva dista mucho de hacerte
sufrir, más bien, deseo darte a conocer mi opinión en cuanto a este asunto que
tanto te apena, puesto que somos amigas desde hace ya mucho tiempo, y me creo
en la obligación de informarte. Por otra parte, puede que ahora más que nunca
sientas que realmente no conocías a tu hija, puesto que la creías inocente e
ingenua, pintando para ti misma una imagen de ella muy diferente a la de la
realidad. Pensabas que desconocía muchos asuntos de los cuales, por desgracia,
no era ajena. Por ello, supongo que te arrepientes, ahora más que nunca, de no
haber aprovechado el tiempo, cuando lo tuviste, para llegar a conocerla más a
fondo y lograr descubrir su forma de pensar y actuar. Tal vez, si tu relación
con ella hubiera sido más fuerte, ella se habría sentido más cómoda contándote
sus confidencias. Considero que ya es tarde para lamentarse. Sin embargo,
aunque nunca llegasteis a estar del todo unidas, para Melibea eras su “amada
madre”, y ella te quería y respetaba, lo que te deja en muy buen lugar frente a
Dios, quien de seguro te tiene en muy alta estima. No quiero entretenerme más,
solo quiero añadir lo mucho que admiró tu valentía y resiliencia frente a
situaciones adversas. Lo hiciste lo mejor que supiste.
Paula Soriano Fernández , 1º D
A Calisto
Querido, Calisto:
Pareces conformar parte
del rumor más célebre que por toda la zona se comenta, más específicamente tu
romance prohibido con la muchacha Melibea. Los aldeanos pregonan historias
acerca de vuestro acercamiento y amor, y cómo éste se ocasionó en aquella
huerta mientras tratabas de cazar a un halcón; aunque, debo reconocer, la
mayoría se tratan de simples y puras falacias incongruentes con la intención de
causar interés en el oyente por dicho relato y conseguir unas monedas de oro
como pago por la narrativa.
Anhelo poder desmentir cada una de las palabras
que sobre tu nombre son expuestas con el designio de deshonrar a tu figura, más
sincera y honestamente temo que no me encuentro en tal disposición al escuchar
sobre tus imprudentes y necias acciones en esta situación. Por lo que, haciendo
amago del aprecio que alguna vez como compañero de caza pudiste desarrollar
hacia mi persona, te exijo que confieses. Confiésate ante mí, Calisto, relata a
través de la tinta y el papel aquello que no te atreves a afirmar con tu propia
voz, confiesa aquel delito contrario a Dios y a su palabra divina del que todos
murmuran como buitres alimentados por las desgracias ajenas; pues todavía me
resulta inverosímil creer lo acontecido, ¿Cómo pudiste tú, un noble de bien y
gran nombre, cometer tal injuria contra la dama Melibea, una joven pura y sacra
que debido a tu lujuria y negligencia, su honra se le ha sido inevitablemente
despojada? Tus hechos no reflejan más que a un pusilánime tratándose de ocultar
de su deber tras las faldas de una hechicera.
¿Fue el hermoso rostro
de la doncella lo que te causó dicho estado de locura en el que te encontraste
sumido para realizar tales actos tan opuestos del hombre que aparentabas ser,
o, por el contrario, se trató del picor amargo que sobre tu lengua se impregnó
tras los rechazos de Melibea en aquel primer encuentro?
En cualquiera de los
casos, no cuentas con excusa alguna que te libre de la paga de tu pecado, pues
en el mismo instante en el que permitiste que la Celestina, aquella mujer de
baja reputación y lengua viperina, se colara en tu morada cual zorro en un
rebaño; fuiste condenado al castigo que Dios todopoderoso te asignara. Sin
embargo, aún continúo sin comprender tus actitudes, ya que, como un iluso, osé
en creer conocerte, a ti y a tu honor; ¿Por qué no consideraste las
advertencias de Pármeno siendo consciente de que el sirviente se había criado
con dicha mujer?
No soy tan siquiera
capaz de afirmar o discernir acerca del hecho de que, finalmente, la muchacha
Melibea cayera presa en las garras del amor por ti, pues bien podría ser el
fruto del pacto que la vieja efectuó con sus ropajes.
Deberías
saber que el cuento que con engaños y tragedias comienza, no posee un final
satisfactorio para los protagonistas de lo narrado; y con el corazón en mi puño
te manifiesto que en esta ocasión mil plegarias no serán suficientes para
alterar los hilos del desenlace que tú mismo cociste exento de conciencia de su
gravedad, cual joven ambicioso nublado por el deseo. Como un león de hambre irrefrenable
contemplaste a un bello ciervo que con sus ornamentas te cautivó desde un
inicio, así que decidiste atrapar a dicha criatura sin percatarte ni por un
instante en el cazador que a tu espalda apuntaba con su arma, listo para
disparar y convertirte en su trofeo, como muchos otros de los que tú eres
poseedor.
¡Oh,
inconsciente Calisto! Espero que el momento de placer y ventura que hayas
experimentado no se pierdan con el viento tan veloz como desgraciadamente
sospecho que sucederá.
Tu
supuesto amigo.
Paula Wasaldúa Pérez, 1º D
A
Celestina
Querida Celestina, espero,
con mis más sinceras condolencias que aceptes esta carta, dirigida principalmente
a tu comportamiento, egocentrismo y avaricia, los cuales abarcaste desde el
inicio de esta obra.
Tu trabajo era clave y sencillo,
hacer que Calisto y Melibea se enamoraran perdidamente el uno del otro, por
ello eras el nexo principal de esta trágica y encantadora historia amorosa, una pena tu muerte que fue fruto
de la avaricia que habías sembrado años atrás y ya recorría tus venas.
Sin embargo, eso no fue
el principal causante de tu muerte. Subestimaste tanto al resto de personajes, que no
llegaste a pensar en que todos querían poseer algo entre sus manos.
Efectivamente, eran como tú y deseaban tanto una soberbia recompensa, ya fuera el amor de una amada o una simple
cadenilla de oro, que podían llegar a matar por ello.
Incluso, te cegaste y el
ego te pudo, llevabas tanto tiempo laburando en el mismo campo, convenciendo a
otros, manipulándolos y buscando sus debilidades, que los que crearon tu
horripilante muerte hicieron que tus propias acciones sonrieran cómplices, y
acabaran contigo.
¡Ay Celestina! Que
hubiera pasado si les hubieras dado su parte del dinero a los criados de
Calisto, seguirías aquí, maldita codicia diría yo. Finalmente nuestras
debilidades nos llevan por el peor camino y comprobaste, lo que llevabas realizando durante años, lo
merluzo que podemos llegar a ser cuando obtenemos aquello por lo que nos desvivimos a nuestro lado.
Trágico, ¿no es verdad?
Pero me veía venir este desenlace, al final todos hacemos locuras, ya sea por
amor o por dinero.
Ruth
Delgado, 1º Bach C
A
Calisto
Señor, en vano fueron las
advertencias y alertas, pese a ellas el sino se ha cumplido, fue usted muy
vanidoso al buscar placeres a los cuales debía revocarse, y de haber sido usted
conformista con aquellas negaciones que un principio se le dieron, quizá, esta
carta sería leída por vos, y no para este cuerpo sin vida que un día fue
portador de su alma, su historia algo trágica nos servirá de lección.
Por el amor de una mujer
que nunca le hubiera correspondido, no ser de la magia negra a la que acudió
desesperado sin saber que más hacer, por dar gozo a sus descarrilados
pensamientos con esa muchacha, le trataron de advertir, que la lujuria no era
algo lo cual debía perseguir, y que un rechazo debe de ser aceptado con
dignidad y no debería usted de haberse rebajado hasta los vulgares servicios de
esa señora, sobre la cual se le dieron referencias algo perturbadoras, pero
usted decidió no escucharlas.
Maldita la hora de su
loco enamoramiento, pues este no traería más que tragedias y desgracias para
todo aquel que se encontrara de una u otra forma envuelto en él, muertes,
desamores, ejecuciones…
Conocía usted realmente
aquellos a quienes tenía a su lado, aquellos que le traicionaron por poder y
riquezas, ¿Sabía usted, que estos actos de egoísmo e impulsividad acabarían con
el gozo de sus días? Nadie nunca le advirtió de los peligros, porque todos
fueron corrompidos por el deseo de las distintas cosas que a cada uno se le
prometieron, pero sin embargo, sí lo hicieron de los bienes, con el fin de
engatusarlo con aquello que usted tanto deseaba, el loco amor y la pasión
desenfrenada de la que gozaría con esta muchacha, algo que tras tantas
desgracias, jamás llego a cumplirse.
Dicho esto, todos
aquellos actos, todas aquellas vidas, fueron en vano, pues nadie sacó el provecho
que en unos inicios pretendía, y mírelos, todos corrompidos por pensamientos y
maldades, a donde han llegado a parar, señor, su vida ha valido de lección,
pues aquellos que se quieran aventurar ante una negación, tras conocer lo que
usted vivió, dos veces lo podrán pensar, y tal vez su vida serán capaces de
aguardar.
Ana
González Reyes 1º Bachillerato C
A Calisto
Hoy te escribo con la intención de expresarme libremente
acerca de lo que pienso de tus acciones y
sus consecuencias, sin ánimo de ofensa pero siendo sincero. Con ello, mi
propósito es dejar en claro lo que, para mí, fue la causa de toda la tragedia
ocurrida.
Y es que considero que toda
esta desgracia caída sobre personas como la Celestina, Sempronio, Pármeno, la mujer que tanto amabas,
Melibea, e incluso la tuya vienen a partir de tu enamoramiento ciego y del capricho por conseguir
lo que parecía imposible, que se llevó vidas de tu alrededor. Yo lo consideraría un acto egoísta
puesto que después de todo, la muerte de tus criados no pareció afectar en gran medida y ver que tan
equivocado estabas. Quizás
este primer ciclo de desgracias y muertes se podría haber evitado si hubieses
tenido una buena
relación con tus criados.
Aunque, yendo más allá, toda esta historia era fácilmente evitable
si hubieses aceptado tus límites
y lo que era imposible para ti, pero decidiste negarte a aceptar el rechazo
de Melibea y de una manera u
otra la engañaste para que te amara, usando manipulaciones e incluso conjuros, hechos por otra
de las principales causas de estas desgracias, la avariciosa Celestina, que te ayudo a cumplir
tu objetivo por su ansia de riqueza.
Al final no todo ha sido
por tu culpa pero si eres la pieza desencadenante, no te culpo en el fondo pues estarías cegado
por el amor, pero realmente este no era real, Melibea solo había sido engañada por culpa de
tu egoísmo. A causa de este engaño también trajo la desgracia le trajo la desgracia a
ella, que por tus caprichos imposibles ya no podía vivir sin ti y al tu morir de aquella forma tan
torpe, la sumiste en la tristeza y la llevaste al suicidio.
Miguel Lazo Martín 1º C
A Celestina
La codicia, el capricho, la avaricia, la persuasión, la astucia,
son varios de los ingredientes que
componían la pócima, que con desprecio cocinó durante tanto tiempo
aquella bruja que tiene por nombre
Celestina, y a la que con humildad dirijo esta carta.
Allá donde esté, si puede leer estas líneas, me permito el lujo de
reprocharle su cuestionable personalidad, pero al mismo tiempo comparto con
usted la reflexión que del análisis de su personaje viene a mi mente. Si bien me angustia la
crudeza de sus acciones, no puedo negarle que me sorprende, que seis siglos más
tarde de la creación de la novela ficticia a la que pertenece, en la sociedad
actual sigan existiendo personajes de la misma calaña. Y hasta cierto punto he
llegado a pensar y justificar su egoísmo y personalidad retorcida, pues es
fácil entender que las condiciones de la sociedad a la que perteneció no eran
las más idóneas para tener una personalidad más estable, quizás la
supervivencia fue probablemente la que modeló esta singular forma de ser. La
traición y la venganza fueron las que te llevaron a la tumba, metáforas de los
actos de Pármeno y Sempronio, a los que considerabas como hijos. Esos
sentimientos contrarios de amor y odio entre miembros de un mismo entorno,
siguen encontrándose a día de hoy. Usted, mujer a la que no le temblaba la mano
al poner sus intereses por delante de todo, sin importar todo el daño que
pudiera causar. Egoísmo que se llevó vidas ajenas, usted sigue siendo un personaje que vive en
las ciudades del siglo XXI, ciudades sin las miserias con las que usted vivió, ciudades
desarrolladas y ciudadanos con derechos, pero todavía para algunos de ellos lamentablemente la venganza
sigue siendo su filosofía de vida.
Me despido deseando que el
tiempo haya aliviado la eternidad de su conciencia y que finalmente haya encontrado la paz.
Pedro López, 1º C
A Calisto
Deseo desde lo existente e inesperado que encuentres calma
sobre eso que llamas amor. Tu “esfuerzo”, loco por obsesión creó rechazo, más
en concreto ante Melibea. A veces no son las personas, son los actos que en
ello reflejan su forma de amar, tu amor no era sano y por ende hizo separarse
de ti de forma tajante, nuestros actos tienen consecuencias y a veces no
podemos corregir algunos errores que alguna vez cometimos. Sin ánimo de
ofender, aquello que todo hiciste por una mujer que a simple vista observaste y
de mala manera conseguiste tener, ella cayó ante tus redes de belleza. Pudiste
provocarle algún problema debido a la mala forma en la que te presentaste, sin
intención pero sí con obsesión. Tanto amor de forma rápida la cual aquella en
su momento rechazó, pediste ayuda a La Celestina, madre de las prostitutas,
cayendo en sus trampas a las que ya fuiste advertido desde un primer momento de
parte de tus criados, Pármeno y Sempronio. Culpa no tienes de amar y querer ser
amado pero sí de forma peligrosa atentaste tu vida debido a tu codicia de
querer tener a esa mujer. Sin preocupación alguna, cometiste errores al igual
que cualquier otro pero egoísmo fue el tuyo el que te hizo cometerlos. Calisto,
como buen hombre de la época podrías haber hecho las cosas de mejor manera
siendo valiente afrontando las consecuencias, pero sin embargo, decidiste tomar
el camino más imprudente e impulsivo pagando así con tu propia vida. Pudiste
pensar las cosas antes de hacerlas aunque te libraste al en su momento alcanzar
la gloria gracias a la muerte de la Celestina y tus criados. Secretos se fueron
a la tumba, mientras con ellos caías tú también. Errores de los que pudiste
haber aprendido pero los cuales no quisiste ver, estas son sus consecuencias y
ahora son parte de ti.
Carla Aurora Hernández Trujillo, 1º D
A Sempronio
No esperes que desvíe el tema en cuestión, no escribo esta
carta con afán de incrustar aún más el dedo en la llaga, ni mucho menos
burlarse del ridículo espectáculo cuyo protagonista eres tú.
Pese a tu indudable intelecto, la buena vida y la riqueza
viene dada de una combinación entre el talento, el intelecto y la suerte. La
suerte, algo que muchas personas catalogarían como magia negra y otras muchas
como una gracia divina, a su vez es una combinación entre las circunstancias
idóneas y todo el esfuerzo necesario para que se den esas oportunidades.
Tu mayor arma se convirtió al final en lo que sería tu
perdición. El bien común podría haberte ayudado a conseguir esas circunstancias
idóneas de las que mencionaba antes. No obstante, jamás esa ha sido tu forma de
actuar, has evitado todo lo relacionado con el amor, pues forma parte de lo que
tu dirías magia negra. Tu deseo carnal y sentimental hacia las mujeres ha
producido que las desprecies, pues es algo de lo que se sale de tu control,
algo inexplicable que solo puede serle atribuido la palabra “manipulación” de
la que tú quieres apoderarte.
Tu alianza con Celestina iba en contra de tus principios,
tanto así que buscabas cualquier descuido para formular tus palabras mágicas
“solo eres una puta vieja bruja”. Pero era por un bien mayor, ¿no? Al fin y al
cabo, el que te proporcionaba la buena
vida había sido maldecido por el amor. Jamás planeaste ayudar a Calisto, y
cuando la oportunidad de entrar en acción se presentó, no dudaste ni por un
segundo y pasaste por alto que confundiste esa “suerte” con la propia perdición
de uno mismo. Todos los hilos de la red que habías construido para otros, entrelazaron perfectamente entre sí una vez
caíste dentro de ella.
Al final acabaste con la vida de La Celestina, a costa de tu
propia vida. Nada de esto hubiera ocurrido si hubieras sabido el verdadero
significado de la suerte y el amor. No fuiste un buen criado, no porque no
hicieras bien tu trabajo, sino porque jamás fuiste un criado, fueron todos los
de la obra. Y ya sabes como actúan los gobernados frente a un absolutista cruel
y despiadado.
Guillén Pérez Dorta, 1º C