La vacuna ya está aquí, y a día de la
escritura de este artículo, alrededor de medio millón de personas ya han sido
inoculadas en todo el mundo. Una gesta como poco recalcable si tenemos en
cuenta que apenas ha transcurrido un año desde que la farmacéutica
estadounidense Pfizer, anunciase el inicio de los primeros ensayos. A
continuación, expondré cómo se ha conseguido esto, y cuáles podrían ser las
consecuencias de un lanzamiento tan precoz.
La proeza farmacéutica ha sido posible
en gran medida a una reducción en los plazos y las exigencias que implican el
desarrollo de una vacuna. Todo ello, consecuencia de la premura con la que los
países afectados por la crisis de la pandemia han afrontado la situación. Menos
tiempo de pruebas va asociado directamente con una disminución de la
rigurosidad científica, y a una serie de riesgos. No tardó en llegar el primer
susto, cuando la inoculación con lotes de vacunas de AstraZeneca fue suspendida
en varios países tras unos casos puntuales de trombosis. Afortunadamente nada
grave, aunque no por ello será menor la reticencia a vacunarse que este
episodio podría generar en la población.
A
veces las tragedias se olvidan con demasiada facilidad. También víctimas de las
prisas fueron los 10 niños que, en la década de los cincuenta en Norteamérica,
fallecieron a causa de polio paralítica, una enfermedad que afecta directamente
al sistema nervioso y que fue provocada por la vacuna que, en un principio,
estaba diseñada para prevenirla.
Es
preciso, y con esto concluyo, a la hora de desarrollar una vacuna proceder con
disciplina y cautela. No se debe ceder seguridad en pos del mero beneficio
económico, de lo contrario la esperanza puede convertirse rápidamente en
lamento.
Abián
Bordera Lima, 1º Bach A
No hay comentarios:
Publicar un comentario