El 1 de diciembre de 2019 se hizo público el
descubrimiento del Covid-19, el virus que actualmente está azotando el mundo
con una pandemia global. Ese día en el que todos descubrimos su existencia,
nadie se lo tomó en serio. Muchos nos lo tomamos como algo que no les afectaría
porque “No es tan grave” o, mi favorito, “Mientras que con una gripe tienes que
quedarte en cama, con el coronavirus puedes irte de viaje sin problema”. Sin
embargo, en la actualidad, resulta que no era tan pasivo como creíamos y ha
dejado como respuesta a más de 124 millones de personas infectadas, de las
cuales 2,3 millones han muerto, según “Google Noticias”, y muchos paranoicos.
Como
consecuencia de estos resultados, todos los países han ido corriendo a
desarrollar una vacuna para evitar futuros contagios. Sorprendentemente, ahora
mismo algunas se han finalizado en alrededor de un año, se han distribuido y se
han inyectado a un selecto grupo de personas, lo que debería de haber
tranquilizado a la población, pero que en realidad se ha alterado más. Dado que
con la vacuna Astrazeneca se ha tardado relativamente poco en crearla, mucha
gente niega que sea segura y dicen que pondrá en peligro nuestra vida. Otros,
están dudosos sobre la misma, pero no llegan a rechazarla y estarían dispuestos
a ponérsela, aunque preferirían esperar a otras versiones que tomen más tiempo.
Por otro lado, un pequeño grupo con una “curiosa”, por así decirlo, lógica,
piensa que en el interior de las vacunas hay microchips de Bill Gates que nos
controlarán la mente. Es esto, lo que ha provocado que la población tenga
confrontaciones entre ella, debatiendo este tema.
Es evidente que la rapidez con la que se han
desarrollado las vacunas, no se debe al deseo de los países por proteger la
salud, sino por el dinero que pueden ganar comercializándola, y que aunque haya
tomado poco tiempo, ya hemos comprobado que a pesar de que ha tenido efectos
secundarios sobre algunas personas, es segura. Visto que la impresión que la
mayoría es esta, me lleva a pensar que en vez de preocuparse por el bienestar de
esas personas mayores y de alto riesgo, prefieren vivir en un mundo fantasioso
donde todo lo que les rodea es malvado y buscan que sufran.
Manuel Santana Amador, 1º Bach B
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