domingo, 11 de abril de 2021

LA PRESENCIALIDAD Y LAS CLASES ONLINE


En primavera de 2020, la situación sanitaria a nivel mundial llevó a la implantación del cierre perimetral en España por dos meses y medio consecutivos. Durante ese tiempo, la vida de todos se vio afectada y modificada en una especie de rutina extraña repleta de deporte en casa, saludos desde los balcones y conferencias por internet. Fue la vida académica de niños, jóvenes y adultos la que hizo uso, en dicho momento, de las muy conocidas “clases online”. El estudio se vio convertido en una comunicación mediante correo entre el profesorado y el alumno y la inexperiencia en este campo trajo consigo el debate de qué tan efectivas eran las clases por internet frente a las presenciales.

 Más allá del confinamiento del año pasado, en donde el temario se detuvo debido a esa mencionada inexperiencia en este método, las clases online siguen siendo una alternativa usada en varios centros educativos como los afectados por la pandemia o las universidades. Sin embargo, los aspectos negativos del mismo son varios e inevitables. El enseñar requiere, no únicamente comunicación verbal, sino que también precisa de la no verbal para un mejor entendimiento. Los gestos y las expresiones facilitan a los profesores el saber si su explicación está siendo comprendida por la clase, quiénes tienen mayor problema y si están siendo atendidos. El no tener un público visible al que hablar dificulta el trabajo de los maestros y a su vez el alumno tiende a no expresar sus dudas al no tener la posibilidad de ser escuchado únicamente por el profesor y no por la clase completa. Esto afecta de manera directa a las prácticas universitarias, muchas veces imposibles de hacer de manera telemática, y a la preparación del alumnado de 2º de bachiller, quien necesita el total apoyo de sus maestros para la EBAU y que se pueden ver desorientados por este alejamiento entre sus propios compañeros, con quienes comparte dudas, y con su profesorado, que se las resuelve.

A pesar de ello, existe una posibilidad de seguir manteniendo una buena enseñanza aunque carezca de los puntos mencionados. No obstante, este problema aumenta cuando se añade la brecha tecnológica en las casas de los estudiantes. A diferencia de en la presencialidad, la situación económica de la familia pasa a ser un factor de gran importancia e imprescindible para el acceso a la misma. Si no se tiene aparatos tecnológicos o una buena conexión, el alumno pasa a no tener ninguna posibilidad de continuar con su aprendizaje. Por tanto, la calidad de la educación termina rigiéndose por la condición económica individual.

 Haridian López Cabrera, 1ºBach B

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